domingo, 12 de abril de 2020

EN SALUD, EL MERCADO ES MUERTE


EN SALUD, EL MERCADO ES MUERTE

El presente trabajo corresponde a la opinión del autor y refiere a la administración anterior. 

Autor: Jorge Rachid**

      Desde la asunción del gobierno actual, los sistemas de control de precios fueron eliminados, los empresarios del sector farmacéutico ocuparon puestos expectantes en el gabinete nacional, el dueños de una de las principales cadenas comercializadoras, Mario Quintana, es el jefe de gabinete de asesores de Macri, con lo cual el sector ya no necesita políticas de loby para acceder al poder, sino que por primer vez en la historia, son poder.



      El Mercado como ordenador social es darwiniano, sobreviven los más aptos, que para la industria son aquellos seres humanos que tienen recursos económicos para afrontarlos. Con el resto la industria aplica una eutanasia económica: o lo paga el Estado o no tiene acceso al medicamento y muere. Un derecho humano esencial como la salud, queda subsumido a la dinámica del mercado, por lo cual deja de ser un derecho y se transforma en un bien de consumo. Así lo visualiza la industria, así los percibe el gobierno, así lo trata el sistema de salud, incluso la mayoría de mis colegas médicos.

      El medicamento se ha transformado en un proveedor de ganancias a las multinacionales, a los médicos que apuntalan sus honorarios con recursos extras, las droguerías que pueden provocar faltantes y por ende aumento de precios. O sea está mas visualizado como un bien, antes que como un instrumento de control o curación de enfermedades, basado en una relación asimétrica del conocimiento, que hace al paciente rehén del médico, del farmacéutico, de la marca o sea de la industria.

      La accesibilidad universal al medicamento, debería ser una responsabilidad absoluta de los estados nacionales, ya que la salud es un derecho esencial que permite al individuo desarrollarse en el medio social. Una persona enferma deja el trabajo, ingresa a la Seguridad Social cuando puede, se convierte en un trabajador de su propia salud, intentando controlarla, mecanismo en el cual el medicamento tiene un rol central, por lo que su carencia tiene efectos clínicos pero también psicológicos profundos de abandono y desolación.

      Los precios disparados, que vienen siendo incontrolables desde una Secretaría como Comercio, con estructuras de costos que nunca muestran los laboratorios, con cadenas de valor caprichosas que suben los precios desde el 800% base de cualquier medicamento, entre el costo de producción y el precio final al paciente, al cual se trata de consumidor, desde la reforma constitucional de 1994 que denominó así a los pacientes, en el capítulo de salud, definiendo su impronta neoliberal.

      Salud Pública y el ANMAT, organismo regulador, no intervienen en los precios de los medicamentos que se comercializan y mueven por otros andariveles, ajenos a los sistemas de salud, instalando una concepción de Mercado que inunda su acceso al tratamiento. Al no existir una política de salud nacional, que contenga el medicamento como política social indispensable, se producen estas maniobras de aumentos de precios, abusivos, descontrolados tanto en aquellos de tratamiento habitual en la atención primaria de la salud, como aquellos de alto costo y baja incidencia, que impactan de manera brutal en los sistemas solidarios de salud, desfinanciando los mismos y desviando las prioridades sanitarias que deberían estar destinadas al apuntalamiento de la salud, antes que al tratamiento de la enfermedad, necesaria pero muchas veces evitables en su desencadenamiento de complicaciones, en especial en los enfermos crónicos.

      El aumento que va del 144% al 35% con promedio del 45%, en tres meses, significa para un paciente crónico, diabético, hipertenso, renal o cardiópata, por sólo nombrar algunas de las patologías dependientes del medicamento, que en nuestro país, suman aproximadamente 6,5 millones de compatriotas, que gastan en forma mensual 1.000 pesos, casi un 50% de sus gastos en salud. Piensen en un jubilado, que vive solo, que tiene medicamentos no cubiertos al 100%, que paga el 40%, de esos mil gasta 400 pesos y ahora 600 pesos, de los 4.170 pesos que percibe de jubilación mínima. Con estos datos se explican los porcentajes de inversión en salud, que se van en medicamentos en nuestro país, el gasto mas alto del mundo en proporción a la inversión, llegando al 32%, cuando en cualquier país, central o emergente no llega al 15%. Estamos hablando de cifras millonarias en miles de dólares, que en un 40% salen del bolsillo de los pacientes y el resto los ponen los sistemas solidarios de salud.

      Quienes estamos dedicados a la Producción Pública de Medicamentos, con una concepción social de accesibilidad plena, de gratuidad a los enfermos crónicos, de control de adhesión al tratamiento, de investigación y desarrollo científico tecnológico en el campo de la salud, sufrimos no sólo por el precio ya que conocemos su estructura de costos y su ganancia desmedida en cualquier actividad, sino por la permanente interferencia de las multinacionales y nacionales de la industria farmacéutica, en el desarrollo de políticas soberanas de salud, que han boicoteado desde la época de Ramón Carrillo, se atrevieron con el SNIS (Sistema Nacional Integrado de Salud) de Perón en el `74, pasando antes por Illía y el plan Oñativia y ahora conspirando desde AEA (Asociación Empresaria Argentina), donde los Laboratorios juegan un rol central, en especial Bagó.

**Jorge Rachid . Médico-UBA. Posgrado en Medicina del Trabajo. Se especializa en Seguridad Social. Profesor titular en Ciencias Sociales de la Universidad de Lomas de Zamora, y Profesor adjunto de la Cátedra de Medicina del Trabajo – UBA, de la que fue co-fundador. Director Médico de OSPIDA, la obra social de los trabajadores de imprenta. 






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