Fuente: www.intramed.net
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En un puntero estudio sobre la biología del crimen, un equipo de investigadores suecos identificaron dos mutaciones genéticas específicas que parecen vincularse con un riesgo más alto de conductas extremadamente violentas.
"Nuestro estudio sugiere que hasta el 10 por ciento de los crímenes violentos se podrían explicar mediante los dos genes mencionados antes", aseguró el autor líder del estudio, el Dr. Jari Tiihonen, profesor del departamento de neurociencia clínica del Instituto Karolinska en Estocolmo, Suecia.
Una de las mutaciones tiene que ver con una versión de un gen conocido como MAOA. Esa mutación genética parece provocar un cortocircuito en la forma usual en que se procesa y controla la hormona dopamina. Las investigaciones anteriores han sugerido que un exceso de dopamina puede fomentar las conductas agresivas, sobre todo cuando se mezcla con drogas o alcohol, según la información de respaldo del estudio.
La otra mutación tiene que ver con un gen conocido como CDH13. Esa mutación parece impedir el desarrollo de unas conexiones neurales normales, y socavar el control de los impulsos. Se ha vinculado antes con el inicio del trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), según el estudio.
"[Pero] creo que es importante darse cuenta de que probablemente hayan muchos genes más que [también] contribuyan a la conducta violenta", añadió, y anotó que simplemente portar las mutaciones no significa que una persona esté destinada a una vida de violencia de forma inevitable.
De hecho, Tiihonen apuntó que aunque los portadores de las mutaciones en el MAOA y en el CDH13 tienen trece veces más probabilidades de cometer un crimen violento, "la gran mayoría [de] individuos con el genotipo de alto riesgo no cometen crímenes violentos graves". Los investigadores solo encontraron una asociación entre el crimen violento y las mutaciones genéticas. El estudio no probó que las mutaciones fueran la causa de dichas conductas.
Tiihonen y sus colaboradores hablan sobre sus hallazgos en la edición en línea del 28 de octubre de la revista Molecular Psychiatry.
Para explorar las bases genéticas potenciales de la conducta criminal, los autores llevaron a cabo un análisis genético de casi 800 ciudadanos finlandeses.
Todos habían sido condenados por un crimen, y estaban encarcelados en una de 19 prisiones finlandesas, anotó el estudio. Algunos crímenes tuvieron que ver con conductas no violentas, como robo de propiedad y tráfico de drogas. Pero otros habían sido encontrados culpables de participar de forma repetitiva en delitos extremadamente violentos, entre ellos al menos 10 actos de asesinato y/o agresión.
En total, 215 participantes se clasificaron como "criminales no violentos" mientras que 538 se consideraron como "violentos" (con al menos una condena). Un subgrupo del grupo de criminales violentos incluía a 84 personas consideradas como "extremadamente violentas", con 10 o más condenas, según el estudio.
Las muestras de ADN de los criminales se compararon con el ADN de más de 2,000 ciudadanos finlandeses no encarcelados que habían provisto muestras de ADN para un estudio anterior.
Según esos análisis genéticos, los investigadores hallaron que portar la mutación MAOA se asociaba con un riesgo más alto de ser un "criminal violento". También encontraron que el gen se vinculaba de manera muy fuerte con el crimen "extremadamente violento". De forma similar, portar la mutación en el CDH13 también se vinculó con conductas extremadamente violentas, anotaron los investigadores.
Ninguna de las mutaciones se asoció con el crimen no violento, según el estudio.
¿Podrían estos hallazgos llevar a un mundo futurista de vigilancia policial, en que algunos ciudadanos se califiquen genéticamente como problemáticos antes de que se cometa algún crimen?
"La sensibilidad y especificidad de los hallazgos son demasiado bajas como para realizar evaluaciones [con] fines de prevención", advirtió Tiihonen. "Según los principios básicos de la psiquiatría forense, ningún factor de riesgo, como un genotipo o una lesión cerebral en un accidente de coche, debe tener por sí mismo ningún efecto sobre el encarcelamiento ni las sentencias de prisión. La capacidad mental de comprender la naturaleza y las consecuencias de los actos, y la capacidad de controlar la conducta propia, son las únicas cosas que importan".
Dicho eso, Tiihonen planteó que los hallazgos podrían utilizarse para ayudar a algunos criminales a romper el ciclo de violencia repetitiva. Eso, anotó, sería particularmente aplicable a los portadores de mutaciones del MAOA, porque su agresividad con frecuencia se ve fomentada por unos aumentos elevadísimos de la dopamina que ocurren cuando consumen drogas o alcohol.
"Una forma de prevenir... los crímenes [repetitivos] sería una condena combinada", sugirió. "El criminal podría recibir una condena a prisión ligeramente más corta si aceptara tomar disulfiram [el depresor de la dopamina] dos o tres veces por semana bajo una supervisión estricta. Esto haría que fuera imposible que volviera a tomar alcohol", anotó, dada la capacidad del fármaco de hacer que el consumo de alcohol resulte desagradable y repugnante.
Kevin Beaver, profesor del Colegio de Criminología y Justicia Criminal de la Universidad Estatal de Florida, en Tallahassee, dijo que "todavía se desconoce mucho sobre qué genes tienen que ver [con la conducta violenta], y sobre cómo podrían en última instancia predisponer a los distintos tipos de conductas criminales".
"Los hallazgos de este estudio son extremadamente importantes, ya que proveen algo de información nueva sobre la arquitectura genética de las formas extremas de conducta violenta entre los criminales de Finlandia", anotó.
Beaver añadió que "sería interesante que investigaciones futuras aborden el tema sobre la forma en que esta información genética podría utilizarse para aumentar la efectividad de los programas de rehabilitación y tratamiento. También sería interesante examinar qué rol desempeñan los factores ambientales al exacerbar o atenuar los efectos de esos genes sobre la conducta criminal violenta".
FUENTES: Jari Tiihonen, M.D., Ph.D., professor, department of clinical neuroscience, Karolinska Institute, Stockholm, Sweden; Kevin M. Beaver, Ph.D,, professor; College of Criminology and Criminal Justice; Florida State University, Tallahassee; Oct. 28, 2014, Molecular Psychiatry.
"Nuestro estudio sugiere que hasta el 10 por ciento de los crímenes violentos se podrían explicar mediante los dos genes mencionados antes", aseguró el autor líder del estudio, el Dr. Jari Tiihonen, profesor del departamento de neurociencia clínica del Instituto Karolinska en Estocolmo, Suecia.
Una de las mutaciones tiene que ver con una versión de un gen conocido como MAOA. Esa mutación genética parece provocar un cortocircuito en la forma usual en que se procesa y controla la hormona dopamina. Las investigaciones anteriores han sugerido que un exceso de dopamina puede fomentar las conductas agresivas, sobre todo cuando se mezcla con drogas o alcohol, según la información de respaldo del estudio.
La otra mutación tiene que ver con un gen conocido como CDH13. Esa mutación parece impedir el desarrollo de unas conexiones neurales normales, y socavar el control de los impulsos. Se ha vinculado antes con el inicio del trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), según el estudio.
"[Pero] creo que es importante darse cuenta de que probablemente hayan muchos genes más que [también] contribuyan a la conducta violenta", añadió, y anotó que simplemente portar las mutaciones no significa que una persona esté destinada a una vida de violencia de forma inevitable.
De hecho, Tiihonen apuntó que aunque los portadores de las mutaciones en el MAOA y en el CDH13 tienen trece veces más probabilidades de cometer un crimen violento, "la gran mayoría [de] individuos con el genotipo de alto riesgo no cometen crímenes violentos graves". Los investigadores solo encontraron una asociación entre el crimen violento y las mutaciones genéticas. El estudio no probó que las mutaciones fueran la causa de dichas conductas.
Tiihonen y sus colaboradores hablan sobre sus hallazgos en la edición en línea del 28 de octubre de la revista Molecular Psychiatry.
Para explorar las bases genéticas potenciales de la conducta criminal, los autores llevaron a cabo un análisis genético de casi 800 ciudadanos finlandeses.
Todos habían sido condenados por un crimen, y estaban encarcelados en una de 19 prisiones finlandesas, anotó el estudio. Algunos crímenes tuvieron que ver con conductas no violentas, como robo de propiedad y tráfico de drogas. Pero otros habían sido encontrados culpables de participar de forma repetitiva en delitos extremadamente violentos, entre ellos al menos 10 actos de asesinato y/o agresión.
En total, 215 participantes se clasificaron como "criminales no violentos" mientras que 538 se consideraron como "violentos" (con al menos una condena). Un subgrupo del grupo de criminales violentos incluía a 84 personas consideradas como "extremadamente violentas", con 10 o más condenas, según el estudio.
Las muestras de ADN de los criminales se compararon con el ADN de más de 2,000 ciudadanos finlandeses no encarcelados que habían provisto muestras de ADN para un estudio anterior.
Según esos análisis genéticos, los investigadores hallaron que portar la mutación MAOA se asociaba con un riesgo más alto de ser un "criminal violento". También encontraron que el gen se vinculaba de manera muy fuerte con el crimen "extremadamente violento". De forma similar, portar la mutación en el CDH13 también se vinculó con conductas extremadamente violentas, anotaron los investigadores.
Ninguna de las mutaciones se asoció con el crimen no violento, según el estudio.
¿Podrían estos hallazgos llevar a un mundo futurista de vigilancia policial, en que algunos ciudadanos se califiquen genéticamente como problemáticos antes de que se cometa algún crimen?
"La sensibilidad y especificidad de los hallazgos son demasiado bajas como para realizar evaluaciones [con] fines de prevención", advirtió Tiihonen. "Según los principios básicos de la psiquiatría forense, ningún factor de riesgo, como un genotipo o una lesión cerebral en un accidente de coche, debe tener por sí mismo ningún efecto sobre el encarcelamiento ni las sentencias de prisión. La capacidad mental de comprender la naturaleza y las consecuencias de los actos, y la capacidad de controlar la conducta propia, son las únicas cosas que importan".
Dicho eso, Tiihonen planteó que los hallazgos podrían utilizarse para ayudar a algunos criminales a romper el ciclo de violencia repetitiva. Eso, anotó, sería particularmente aplicable a los portadores de mutaciones del MAOA, porque su agresividad con frecuencia se ve fomentada por unos aumentos elevadísimos de la dopamina que ocurren cuando consumen drogas o alcohol.
"Una forma de prevenir... los crímenes [repetitivos] sería una condena combinada", sugirió. "El criminal podría recibir una condena a prisión ligeramente más corta si aceptara tomar disulfiram [el depresor de la dopamina] dos o tres veces por semana bajo una supervisión estricta. Esto haría que fuera imposible que volviera a tomar alcohol", anotó, dada la capacidad del fármaco de hacer que el consumo de alcohol resulte desagradable y repugnante.
Kevin Beaver, profesor del Colegio de Criminología y Justicia Criminal de la Universidad Estatal de Florida, en Tallahassee, dijo que "todavía se desconoce mucho sobre qué genes tienen que ver [con la conducta violenta], y sobre cómo podrían en última instancia predisponer a los distintos tipos de conductas criminales".
"Los hallazgos de este estudio son extremadamente importantes, ya que proveen algo de información nueva sobre la arquitectura genética de las formas extremas de conducta violenta entre los criminales de Finlandia", anotó.
Beaver añadió que "sería interesante que investigaciones futuras aborden el tema sobre la forma en que esta información genética podría utilizarse para aumentar la efectividad de los programas de rehabilitación y tratamiento. También sería interesante examinar qué rol desempeñan los factores ambientales al exacerbar o atenuar los efectos de esos genes sobre la conducta criminal violenta".
FUENTES: Jari Tiihonen, M.D., Ph.D., professor, department of clinical neuroscience, Karolinska Institute, Stockholm, Sweden; Kevin M. Beaver, Ph.D,, professor; College of Criminology and Criminal Justice; Florida State University, Tallahassee; Oct. 28, 2014, Molecular Psychiatry.
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