Una madre, con VIH, sostiene a su hijo, también seropositivo, en Malí.
PAOLO PELLEGRIN
Una cantidad ingente de información epidemiológica está revolucionando nuestros conocimientos sobre el VIH y ofrece a la comunidad dedicada a la salud mundial la posibilidad de dirigir las intervenciones sanitarias adecuadas a las poblaciones más necesitadas.
La cartografía epidemiológica y geográfica nos ha revelado que el VIH se está concentrando en nichos poblacionales rodeados de niveles de infección muy inferiores. En Kenya, por ejemplo, el riesgo de infección puede variar diez veces entre condados, mientras que en uno de los lugares de mayor prevalencia de Sudáfrica, hasta un tercio de las infecciones pueden darse dentro de tan sólo el 6% del área. Estos oscuros rincones son habitados por personas marginadas por la sociedad, a veces incluso criminalizadas, a menudo sin el acceso necesario a la atención sanitaria precisa.
Sea en África, América Latina, Asia, Europa o Estados Unidos, las poblaciones que sufren las mayores tasas de infección por el VIH y las más elevadas tasas de prevalencia de la enfermedad son las que están quedando desatendidas, lo que amenaza seriamente la esperanza mundial de una posible eliminación del SIDA. Estos grupos poblacionales suelen incluir a mujeres jóvenes, hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, consumidores de drogas inyectables, trabajadores del sexo y presos, y en ocasiones presentan tasas de prevalencia del VIH tan altas como el 30% o incluso el 40% en algunas partes del África subsahariana, aun cuando la prevalencia en la población general pueda ser tan baja como el 1%.
Con estos datos, ministros de Salud y Finanzas, jefes de Estado, asociados para el desarrollo y líderes de la sociedad civil están trabajando codo con codo para estructurar intervenciones en torno a los diferentes enfoques que plantea la transmisión con el objetivo de maximizar las inversiones en salud.
La información epidemiológica de que disponemos nos indica que para convertir la pandemia de VIH en una epidemia de bajo nivel tenemos que enfocar y priorizar nuestras intervenciones atendiendo a las personas de los nichos poblacionales referidos. Los modelos informáticos hacen pensar en que la repercusión de las intervenciones podría incrementarse en un 20% simplemente destinando los recursos necesarios a las poblaciones más vulnerables a la infección y la transmisión.
Si se adoptara este enfoque, es posible que para el año 2029 un programa altamente eficaz pudiera dar lugar a una reducción de hasta el 70% en el número de nuevas infecciones. Destinar recursos de manera prioritaria a esos focos puede aumentar radicalmente la eficacia de los programas y generar más salud por el mismo presupuesto. Esto es exactamente lo que el nuevo modelo de financiamiento del Fondo Mundial preconiza: dotar a la comunidad internacional de la capacidad para localizar y atajar el VIH en los reductos donde se está refugiando.
Los asociados en la lucha contra el VIH han trabajado denodadamente para reducir las infecciones, esfuerzo que se ha visto recompensado por los buenos resultados obtenidos en un número cada vez mayor de países. Tales reducciones, además de ser importantes por sí mismas, también pueden "suavizar" la epidemia al debilitar la capacidad de transmisión de la enfermedad.
Si somos capaces de obtener los recursos necesarios y dirigir nuestras intervenciones de salud hacia los grupos más vulnerables, podemos hacer que la epidemia de VIH se vuelva mucho más débil y dejar el terreno abonado para que la futura generación de vacunas y tecnologías puedan asestar el golpe definitivo a la epidemia. Una vacuna parcialmente eficaz no tendría gran impacto en una epidemia desbocada pero sí que podría conseguir que una epidemia debilitada alcanzase un punto de inflexión.
La derrota de la enfermedad está cada día más cerca gracias no sólo a los avances científicos y los programas que se han creado en la última década, la disminución en los costos de la medicación administrada también ha sido un factor determinante. Desde 2007, el precio del conjunto preferido de antirretrovirales ha disminuido en un 70%, y durante la última década el costo de administrar tratamiento antirretroviral se ha visto reducido en un 11%. Esto es debido a que los centros sanitarios están madurando y aprendiendo con la práctica y las cadenas de suministro están ganando en eficacia.
Todos estos datos son muy inspiradores pero debemos ser conscientes de que estas oportunidades de actuación no seguirán presentes durante mucho tiempo. La dinámica económica de las intervenciones de VIH determina que, cuando empezamos a observar descensos en los niveles de infección, es el momento de invertir, y las actuaciones que necesitamos no serán posibles si retrocedemos a una fase de rápido crecimiento de la epidemia. Si, por ejemplo, el financiamiento internacional destinado a Zambia se congelara o recortara, asistiríamos en 2030 a un rápido repunte de la enfermedad, con 700.000 nuevas infecciones más y 400.000 muertes, lo que supondría una sustancial pérdida del enorme progreso conseguido en los últimos años.
Así pues, justo cuando el mundo se apresta a emprender lo que podría ser el tramo final en la lucha contra este flagelo moderno, el desafío al que nos enfrentamos es saber invertir con inteligencia, basándonos en los datos epidemiológicos disponibles, para fortalecer los sistemas creados hace 10 años y asegurarnos de que nuestras intervenciones llegan a todos y cada uno de los grupos de riesgo y las áreas geográficas con el objetivo de reducir la transmisión del VIH a niveles bajos.
Las oportunidades de disminuir los efectos de una pandemia no se presentan a menudo. Cerciorémonos pues de que no dejamos atrás a nadie.
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