Ragunath Kesavan, de Malaysian Bar Council, en su intervención en la IAS
2013. Foto: ©International AIDS Society/Marcus Rose/Workers' Photos.
Varias sesiones de la conferencia estuvieron dedicadas al impacto que legislaciones,
políticas y prácticas tienen sobre la eficacia de programas de prevención,
tratamiento y atención del VIH, debido al impacto de las mismas sobre el
estigma y la discriminación que rodean la infección por este virus.
Expertos legales y en
derechos humanos hicieron hincapié en la responsabilidad que científicos y
médicos tienen, como parte de su trabajo, de hablar sobre el estigma y la
violación de los derechos humanos.
En la conferencia, se habló del impacto de la criminalización referente a
cuestiones como la no revelación del estado serológico, la exposición y
transmisión del virus, la legislación penal referente al trabajo sexual y el consumo
de drogas, y las leyes contra la homosexualidad.
La presidenta de la Sociedad Internacional del Sida, Françoise
Barré-Sinoussi, recalcó estos mensajes en su discurso de clausura de la
conferencia: "No se podrá poner fin a la epidemia de VIH sin un avance en
paralelo de los derechos humanos".
Un ejemplo práctico de
la validez de esta afirmación se puso de manifiesto en una sesión en la que se
habló de la ampliación de los programas de provisión de metadona y de intercambio
de agujas en Malasia. Según un estudio, dichas iniciativas ya han evitado unos
3.000 nuevos casos de infección por VIH y tienen una muy buena relación
coste-eficacia.
Malasia es un país musulmán que tiene fama de aplicar políticas
conservadoras sobre el consumo de drogas. La epidemia de VIH en ese país está
impulsada, en gran medida, por el uso de drogas inyectables. En consecuencia,
el Ministerio de Salud tomó la decisión (basada en las evidencias científicas
procedentes de todo el mundo) de aumentar el número de programas de reducción
de daños, como la terapia de mantenimiento con metadona o el acceso a centros de
rehabilitación voluntaria.
A pesar del aumento de los servicios disponibles y del consiguiente
descenso relacionado en el número de nuevos diagnósticos de VIH, diversas organizaciones
de Malasia se muestran preocupadas porque las instalaciones no bastan para
cubrir las necesidades y, además, el estigma y el miedo asociados con el
consumo de drogas pueden constituir un obstáculo para que las personas accedan
a los servicios.
Se felicitó al gobierno de Malasia por su "valiente" decisión de
implementar programas de reducción de daños, con la esperanza de que las
pruebas fehacientes de su efectividad se traduzcan en un compromiso continuo
con dichos programas.
Un estudio realizado en Botswana analizó el impacto que
las actitudes hacia el tratamiento antirretroviral y el conocimiento del mismo
tenían sobre la disposición de las personas a iniciar la terapia. El
estigma sigue constituyendo un problema importante, pero
afectó al comportamiento de las personas de diferentes maneras: algunas estaban
preocupadas por si las veían tomando medicamentos antirretrovirales o visitando
un centro de tratamiento del VIH, mientras que otras querían acceder a la terapia
para evitar mostrar signos visibles de la enfermedad. También se detectó
preocupación por los efectos secundarios y la percepción de que el alcohol era
incompatible con el tratamiento. Sin embargo, los beneficios preventivos de la
terapia y la posibilidad de recuperarse de una enfermedad grave fueron motivos
convincentes para iniciar el tratamiento.