Fuente: miradaprofesional.com
BUENOS AIRES, enero 2: Desde la Unidad de Farmacocinética Clínica del hospital Garraham analizan los fármacos usados en niños y neonatos, y aseguran que se necesitan “nuevas formas éticas” para investigar estos tratamientos en menores. Según sus datos, siete de cada diez medicamentos de los más usados en neonatología carecen de aprobación siquiera para uso pediátrico.
Para el común de la gente, la diferencia entre un medicamento y su versión pediátrica es la osificación, un error que suele traer muchos problemas. Es que no existe una investigación serie en materia de uso de fármacos en chicos. Así lo advierte un grupo de especialistas argentinos, que desde hace años investigan los tratamientos que se usan en niños y neonatos. Advierten que la mayoría de los medicamentos que estudian no tiene aprobación de las autoridades regulatorias, y reclaman “nuevas formas éticas” para el estudio en menores.
La dura advertencia fue lanzada por la Unidad de Farmacocinética Clínica del hospital Garraham, centro pediátrico de excelencia ubicado en Buenos Aires. Allí, farmacéuticos y médicos indagan lo que los ensayos clínicos no pueden hacer: personalizar el uso de fármacos en pequeños pacientes, a veces de apenas 500 gramos al nacer. Así, los médicos que atienden a los chicos y los bebes en los pisos superiores del edificio disponen de herramientas farmacológicas lo más seguras posible.
"Aquí y en el resto del mundo, alrededor del 60 por ciento o más de las drogas que se usan en los hospitales para niños y neonatos no están aprobadas por las autoridades regulatorias", explicó en una nota publicada en el diario La Nación Paulo Cáceres Guido, responsable de la unidad, que funciona en el Área de Farmacia del Garrahan. Además, remarcó que “por lo menos siete de cada diez medicamentos más usados en neonatología carecen de aprobación siquiera para uso pediátrico”.
"Es necesario avanzar fuerte en formas éticas de investigar en pediatría y neonatología para que las dosis que se usan cuenten con evidencia científica sólida. Actualmente, los pacientes son tratados de manera «empírica», pero de la mejor forma posible recomendada por los estándares internacionales y las guías de expertos en cada caso. Existen muchos estudios, pero, por lo menos hasta ahora, no todos reúnen los requisitos de aprobación de los organismos regulatorios de referencia internacionales", agregó.
Sólo en los Estados Unidos, la mitad de los más de 300 ensayos clínicos pediátricos autorizados entre 1998 y 2008 generaron cambios en los prospectos de las drogas que fueron evaluadas para su uso en chicos.
Con Paula Schiquevich, del CONICET, Cáceres Guido dirige un equipo que no sólo interactúa con el resto de los profesionales del Garrahan, sino también con científicos del Conicet y la UBA.
"Es de lo más interdisciplinario que conozco porque no sólo integra a farmacéuticos, médicos y bioquímicos, sino también a enfermeros, biólogos, matemáticos, químicos... Con esto ampliamos el modo de encarar y resolver un problema en un paciente o un grupo con características particulares", agregó el responsable del equipo, integrado también por los becarios Natalia Riva, Emiliano Buitrago y Paula Taich.
Con ellos trabaja la doctora Nieves Licciardone, del Laboratorio de Monitoreo de Drogas del hospital, y son el principal grupo local (y uno de los pocos en la región y el mundo) que monitorea las drogas y sus efectos en la práctica diaria y para la investigación en pediatría y neonatología. Por eso fueron elegidos para organizar el último Encuentro Regional de la Asociación Internacional de Monitoreo Terapéutico de Drogas y Toxicología Clínica.
Los antibióticos son uno de los fármacos que más se vigilan en el Garrahan. Varios son de estrecho margen terapéutico, es decir que deben indicarse en la dosis y la frecuencia exactas para que no sean tóxicos ni insuficientes como para que una bacteria resista la terapia.
Cada año, en el Laboratorio de Monitoreo de Fármacos se analizan unas 2000 concentraciones en sangre. La Unidad de Farmacocinética Clínica intervino para procesar la información de casi 1000 de esos pacientes, incluidos bebes prematuros.
Teniendo en cuenta características como el peso, la altura, los análisis de laboratorio, el estado de salud general, la enfermedad, la evolución o el uso de otros fármacos, el equipo determina cuál será el mejor tratamiento con el menor riesgo posible.
"El nivel de aceptación de las sugerencias farmacoterapéuticas fue aumentando [en el hospital] desde hace más de 12 años. Hoy, supera el 99 por ciento, es decir que las dosis de los antibióticos que ajustamos son, en casi todos los casos, aceptadas por el médico tratante", contó Cáceres Guido.
El equipo analiza también el uso de antirretrovirales, drogas de quimioterapia para el cáncer e inmunosupresores. Y se espera que este enfoque terapéutico personalizado aumente en la práctica del 50 al 75 por ciento la efectividad del tratamiento y que disminuya de más del 80 por ciento a menos del 20 por ciento los efectos adversos.
Un éxito de la unidad es haber logrado un uso más eficiente de una quimioterapia para el retinoblastoma (cáncer de retina común en los menores de 6), que mejora la calidad de vida de los pacientes y reduce la internación y los efectos adversos.
"Como normalmente los chicos con cáncer se curan, nadie hará estudios sobre el retinoblastoma infantil porque son pocos casos versus la población adulta. Entonces, no tiene interés comercial para la industria", dijo Emiliano Buitrago, que también es docente de la cátedra de Farmacología de la UBA.
BUENOS AIRES, enero 2: Desde la Unidad de Farmacocinética Clínica del hospital Garraham analizan los fármacos usados en niños y neonatos, y aseguran que se necesitan “nuevas formas éticas” para investigar estos tratamientos en menores. Según sus datos, siete de cada diez medicamentos de los más usados en neonatología carecen de aprobación siquiera para uso pediátrico.
Para el común de la gente, la diferencia entre un medicamento y su versión pediátrica es la osificación, un error que suele traer muchos problemas. Es que no existe una investigación serie en materia de uso de fármacos en chicos. Así lo advierte un grupo de especialistas argentinos, que desde hace años investigan los tratamientos que se usan en niños y neonatos. Advierten que la mayoría de los medicamentos que estudian no tiene aprobación de las autoridades regulatorias, y reclaman “nuevas formas éticas” para el estudio en menores.
La dura advertencia fue lanzada por la Unidad de Farmacocinética Clínica del hospital Garraham, centro pediátrico de excelencia ubicado en Buenos Aires. Allí, farmacéuticos y médicos indagan lo que los ensayos clínicos no pueden hacer: personalizar el uso de fármacos en pequeños pacientes, a veces de apenas 500 gramos al nacer. Así, los médicos que atienden a los chicos y los bebes en los pisos superiores del edificio disponen de herramientas farmacológicas lo más seguras posible.
"Aquí y en el resto del mundo, alrededor del 60 por ciento o más de las drogas que se usan en los hospitales para niños y neonatos no están aprobadas por las autoridades regulatorias", explicó en una nota publicada en el diario La Nación Paulo Cáceres Guido, responsable de la unidad, que funciona en el Área de Farmacia del Garrahan. Además, remarcó que “por lo menos siete de cada diez medicamentos más usados en neonatología carecen de aprobación siquiera para uso pediátrico”.
"Es necesario avanzar fuerte en formas éticas de investigar en pediatría y neonatología para que las dosis que se usan cuenten con evidencia científica sólida. Actualmente, los pacientes son tratados de manera «empírica», pero de la mejor forma posible recomendada por los estándares internacionales y las guías de expertos en cada caso. Existen muchos estudios, pero, por lo menos hasta ahora, no todos reúnen los requisitos de aprobación de los organismos regulatorios de referencia internacionales", agregó.
Sólo en los Estados Unidos, la mitad de los más de 300 ensayos clínicos pediátricos autorizados entre 1998 y 2008 generaron cambios en los prospectos de las drogas que fueron evaluadas para su uso en chicos.
Con Paula Schiquevich, del CONICET, Cáceres Guido dirige un equipo que no sólo interactúa con el resto de los profesionales del Garrahan, sino también con científicos del Conicet y la UBA.
"Es de lo más interdisciplinario que conozco porque no sólo integra a farmacéuticos, médicos y bioquímicos, sino también a enfermeros, biólogos, matemáticos, químicos... Con esto ampliamos el modo de encarar y resolver un problema en un paciente o un grupo con características particulares", agregó el responsable del equipo, integrado también por los becarios Natalia Riva, Emiliano Buitrago y Paula Taich.
Con ellos trabaja la doctora Nieves Licciardone, del Laboratorio de Monitoreo de Drogas del hospital, y son el principal grupo local (y uno de los pocos en la región y el mundo) que monitorea las drogas y sus efectos en la práctica diaria y para la investigación en pediatría y neonatología. Por eso fueron elegidos para organizar el último Encuentro Regional de la Asociación Internacional de Monitoreo Terapéutico de Drogas y Toxicología Clínica.
Los antibióticos son uno de los fármacos que más se vigilan en el Garrahan. Varios son de estrecho margen terapéutico, es decir que deben indicarse en la dosis y la frecuencia exactas para que no sean tóxicos ni insuficientes como para que una bacteria resista la terapia.
Cada año, en el Laboratorio de Monitoreo de Fármacos se analizan unas 2000 concentraciones en sangre. La Unidad de Farmacocinética Clínica intervino para procesar la información de casi 1000 de esos pacientes, incluidos bebes prematuros.
Teniendo en cuenta características como el peso, la altura, los análisis de laboratorio, el estado de salud general, la enfermedad, la evolución o el uso de otros fármacos, el equipo determina cuál será el mejor tratamiento con el menor riesgo posible.
"El nivel de aceptación de las sugerencias farmacoterapéuticas fue aumentando [en el hospital] desde hace más de 12 años. Hoy, supera el 99 por ciento, es decir que las dosis de los antibióticos que ajustamos son, en casi todos los casos, aceptadas por el médico tratante", contó Cáceres Guido.
El equipo analiza también el uso de antirretrovirales, drogas de quimioterapia para el cáncer e inmunosupresores. Y se espera que este enfoque terapéutico personalizado aumente en la práctica del 50 al 75 por ciento la efectividad del tratamiento y que disminuya de más del 80 por ciento a menos del 20 por ciento los efectos adversos.
Un éxito de la unidad es haber logrado un uso más eficiente de una quimioterapia para el retinoblastoma (cáncer de retina común en los menores de 6), que mejora la calidad de vida de los pacientes y reduce la internación y los efectos adversos.
"Como normalmente los chicos con cáncer se curan, nadie hará estudios sobre el retinoblastoma infantil porque son pocos casos versus la población adulta. Entonces, no tiene interés comercial para la industria", dijo Emiliano Buitrago, que también es docente de la cátedra de Farmacología de la UBA.
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