Fuente: infojus noticias
La psicoanalista María Cristina
Rebollo Paz analiza los recursos utilizados por abogados y la opinión
pública para naturalizar los episodios de violencia machista aduciendo
“confusión”, “depresión”, “pérdida del empleo”, “furia” y lo vincula con
el falso síndrome de alienación parental. Ambos, dice, culminan con la
reversión de la imputabilidad del delito: el victimario se convierte en
víctima y la víctima en victimaria.
El femicidio perpetrado en contra de Claudia Schaefer en presencia de
abogados de ambas partes y de la madre del femicida, nos vuelve a
confrontar con una realidad que no cesa de sorprendernos: hombres de
todas las clases sociales, ignorantes o instruidos, ricos o pobres,
desconocidos o famosos, se arrogan el “derecho” de quitar la vida de sus
parejas mujeres, convivientes o no. La “opinión pública”, a través de
abogados, profesionales y periodistas se ve asaltada por los intentos de
naturalización de tales episodios o al menos de atenuación de la
responsabilidad del autor, aduciendo “confusión, “depresión”, “pérdida
del empleo o de status”, “obnubilación psíquica transitoria o
permanente”, “sentirse humillados” por la mujer (Barreda),
“traicionados”, “estafados”, “burlados”, “provocados”, “abandonados”… y
la lista es tan interminable como absurda.
Más allá de que serán los jueces quienes en última instancia harán lugar o no a la inimputabilidad de Farré o a su supuesto estado de emoción violenta, las declaraciones de sus abogados inundando diarios y redes sociales con el objeto de minimizar su responsabilidad en el hecho nos llenan de indignación.
Estos “recursos” - inimputabilidad, estado de emoción violenta, etc., - no hacen más que desenmascarar, una vez más, a un sistema atravesado por la misoginia y el desprecio por la vida y los derechos de las mujeres y de los/as niños/as que se perpetúa en la forma de un patriarcado obsoleto pero ferozmente vigente.
Cuando el victimario se convierte en víctima
En un artículo publicado en El Psicoanalítico (1), vinculaba al atenuante “emoción violenta”, recurso utilizado por los abogados defensores de femicidas, con el llamado “síndrome de alienación parental” (SAP), inventado con el fin de minimizar los delitos de abuso sexual y/o maltrato en la infancia, en su mayoría perpetrados por los padres biológicos en contra de sus propios/as hijos/as.
Sin embargo, lo más notable de ambos recursos es que culminan con la “reversión de la imputabilidad” del delito: el victimario se convierte en víctima y la víctima en victimaria.
En los casos de femicidio con el atenuante de estado de emoción violenta, claramente es la mujer la que disparó ese estado de desinhibición momentánea y fatal con su conducta, por tanto, viene a ser responsable por su propia muerte. El latiguillo “se lo buscó” es la versión menos erudita del femicidio pero no por eso menos fuerte en el imaginario colectivo.
En los casos en que las madres denuncian al padre de sus hijos/as por abuso sexual o maltrato hacia alguno/a de ellos/as, antes de escuchar al niño/a, los abogados de los perpetradores esgrimen explícita o implícitamente al mencionado síndrome - que no cuenta con el menor aval científico -, que define a priori que fue la mujer la que introdujo esas “ideas” en la cabeza de los/as niños/as con el fin de perjudicar al padre. Nuevamente se produce la “reversión de la imputabilidad”: el victimario se transforma en víctima de la mujer, al igual que el/la niño/a - quien conserva el lugar de víctima pero ahora de su madre - sólo que en este caso muchas veces termina siendo efectivamente imputada por “la justicia” por impedimento de contacto (léase: intento de protección al menor) y paradójicamente, luego de la “reversión de imputabilidad” se ejecuta la reversión de tenencia… Sí, los/as niños/as abusados/as o maltratados/as por su padre son obligados/as por “la justicia” a convivir con su agresor. Lamentablemente, son muchos los casos en que esto ha sucedido, y hay madres protectoras aguerridas que hace años que no pueden ver a sus hijos/as.
Qué pasa con los hijos
Como puede observarse, el exhibir la paternidad biológica exime de prácticamente cualquier delito, lo cual no hace sino aseverar la antigua y vigente creencia de que mujer e hijos/as son objetos de su propiedad. Por ello es que muchos femicidas no sólo no pierden la patria potestad “de oficio” – como indicaría el simple sentido común - sino que mantienen la tenencia y conviven con sus hijos/as huérfanos/as de madre por su causa… (José Arce y su madre, ambos condenados a cadena perpetua por el femicidio de Rosana Galliano y beneficiados con el “arresto domiciliario”, conviven con sus hijos y mantienen la custodia, a pesar del reclamo de los abuelos maternos desde la muerte de su hija)
Cabe preguntarse por lo que ocurrirá con los hijos de Claudia.
Un párrafo aparte merece la consideración de que tener dinero y/o algún tipo de notoriedad constituye un salvoconducto para obtener cierta impunidad. Sin embargo, parecería que en esta sociedad netamente machista, el maltrato de todo tipo a las mujeres está legitimado por el mero hecho de ser varón.
Resulta más que claro que, a pesar de todos los intentos sociales, culturales y jurídicos por proteger mujeres y niños/as de quienes ejercen la violencia contra ellos/as, existe una resistencia machista/patriarcal, fuertemente enraizada en nuestra cultura, que hace que muchos hombres y mujeres tengan la necesidad de preservar el lugar de dominio del varón contra viento y marea.
Como dice Pilar Aguilar Malpartida, “Para el sistema, persiste la concepción de que el honor supuestamente mancillado de los hombres ya sea por adulterio, por el abandono o simplemente por el ejercicio de la libertad, vale más que la vida de las mujeres de las que no hace tanto se podía disponer legalmente” (2). Podríamos agregar que la “humillación pública” recibida por los hombres denunciados por sus mujeres en ocasión de protegerse a sí mismas y a sus hijos/as de abuso o maltrato, constituye una afrenta que los embarca en una persecución judicial, psicológica y económica devastadoras contra sus ex mujeres e hijos/as incluidos/as.
(1) Rebollo Paz, María Cristina: Femicidio y emoción violenta: cuando la mujer termina siendo responsable de su propio asesinato. http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num11/sociedad-rebollo-paz-femicidio-emocion-violenta.php
(2) Aguilar Malpartida, Pilar: La Emoción Violenta como Atenuante de los Asesinatos contra las Mujeres a Manos de sus Parejas, pág. 11.pilaram30@yahoo.com. http://www.caminos.org.uy/emocionviolenta.pdf
MCRP/AF
Más allá de que serán los jueces quienes en última instancia harán lugar o no a la inimputabilidad de Farré o a su supuesto estado de emoción violenta, las declaraciones de sus abogados inundando diarios y redes sociales con el objeto de minimizar su responsabilidad en el hecho nos llenan de indignación.
Estos “recursos” - inimputabilidad, estado de emoción violenta, etc., - no hacen más que desenmascarar, una vez más, a un sistema atravesado por la misoginia y el desprecio por la vida y los derechos de las mujeres y de los/as niños/as que se perpetúa en la forma de un patriarcado obsoleto pero ferozmente vigente.
Cuando el victimario se convierte en víctima
En un artículo publicado en El Psicoanalítico (1), vinculaba al atenuante “emoción violenta”, recurso utilizado por los abogados defensores de femicidas, con el llamado “síndrome de alienación parental” (SAP), inventado con el fin de minimizar los delitos de abuso sexual y/o maltrato en la infancia, en su mayoría perpetrados por los padres biológicos en contra de sus propios/as hijos/as.
Sin embargo, lo más notable de ambos recursos es que culminan con la “reversión de la imputabilidad” del delito: el victimario se convierte en víctima y la víctima en victimaria.
En los casos de femicidio con el atenuante de estado de emoción violenta, claramente es la mujer la que disparó ese estado de desinhibición momentánea y fatal con su conducta, por tanto, viene a ser responsable por su propia muerte. El latiguillo “se lo buscó” es la versión menos erudita del femicidio pero no por eso menos fuerte en el imaginario colectivo.
En los casos en que las madres denuncian al padre de sus hijos/as por abuso sexual o maltrato hacia alguno/a de ellos/as, antes de escuchar al niño/a, los abogados de los perpetradores esgrimen explícita o implícitamente al mencionado síndrome - que no cuenta con el menor aval científico -, que define a priori que fue la mujer la que introdujo esas “ideas” en la cabeza de los/as niños/as con el fin de perjudicar al padre. Nuevamente se produce la “reversión de la imputabilidad”: el victimario se transforma en víctima de la mujer, al igual que el/la niño/a - quien conserva el lugar de víctima pero ahora de su madre - sólo que en este caso muchas veces termina siendo efectivamente imputada por “la justicia” por impedimento de contacto (léase: intento de protección al menor) y paradójicamente, luego de la “reversión de imputabilidad” se ejecuta la reversión de tenencia… Sí, los/as niños/as abusados/as o maltratados/as por su padre son obligados/as por “la justicia” a convivir con su agresor. Lamentablemente, son muchos los casos en que esto ha sucedido, y hay madres protectoras aguerridas que hace años que no pueden ver a sus hijos/as.
Qué pasa con los hijos
Como puede observarse, el exhibir la paternidad biológica exime de prácticamente cualquier delito, lo cual no hace sino aseverar la antigua y vigente creencia de que mujer e hijos/as son objetos de su propiedad. Por ello es que muchos femicidas no sólo no pierden la patria potestad “de oficio” – como indicaría el simple sentido común - sino que mantienen la tenencia y conviven con sus hijos/as huérfanos/as de madre por su causa… (José Arce y su madre, ambos condenados a cadena perpetua por el femicidio de Rosana Galliano y beneficiados con el “arresto domiciliario”, conviven con sus hijos y mantienen la custodia, a pesar del reclamo de los abuelos maternos desde la muerte de su hija)
Cabe preguntarse por lo que ocurrirá con los hijos de Claudia.
Un párrafo aparte merece la consideración de que tener dinero y/o algún tipo de notoriedad constituye un salvoconducto para obtener cierta impunidad. Sin embargo, parecería que en esta sociedad netamente machista, el maltrato de todo tipo a las mujeres está legitimado por el mero hecho de ser varón.
Resulta más que claro que, a pesar de todos los intentos sociales, culturales y jurídicos por proteger mujeres y niños/as de quienes ejercen la violencia contra ellos/as, existe una resistencia machista/patriarcal, fuertemente enraizada en nuestra cultura, que hace que muchos hombres y mujeres tengan la necesidad de preservar el lugar de dominio del varón contra viento y marea.
Como dice Pilar Aguilar Malpartida, “Para el sistema, persiste la concepción de que el honor supuestamente mancillado de los hombres ya sea por adulterio, por el abandono o simplemente por el ejercicio de la libertad, vale más que la vida de las mujeres de las que no hace tanto se podía disponer legalmente” (2). Podríamos agregar que la “humillación pública” recibida por los hombres denunciados por sus mujeres en ocasión de protegerse a sí mismas y a sus hijos/as de abuso o maltrato, constituye una afrenta que los embarca en una persecución judicial, psicológica y económica devastadoras contra sus ex mujeres e hijos/as incluidos/as.
(1) Rebollo Paz, María Cristina: Femicidio y emoción violenta: cuando la mujer termina siendo responsable de su propio asesinato. http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num11/sociedad-rebollo-paz-femicidio-emocion-violenta.php
(2) Aguilar Malpartida, Pilar: La Emoción Violenta como Atenuante de los Asesinatos contra las Mujeres a Manos de sus Parejas, pág. 11.pilaram30@yahoo.com. http://www.caminos.org.uy/emocionviolenta.pdf
MCRP/AF
No hay comentarios:
Publicar un comentario