EL
CASO “CROTOXINA” Y CÓMO SE PUEDE MANIPULAR LA OPINIÓN PÚBLICA DESPLAZANDO A LOS
CIENTÍFICOS DEL ESCENARIO DE LA SALUD
Un
caso paradigmático se dio en nuestro país con la “Crotoxina”.
El 8
de Julio de 1986 el Dr. Luis Costa junto con otros profesionales de la
medicina, anunciaron por televisión el descubrimiento de una sustancia que
curaba el cáncer. Esta actitud, promocionada por los medios de comunicación,
desató una ola de demandas por parte de los pacientes, nunca vista hasta
entonces. Su supuesto descubridor, el Dr. Juan Carlos Vidal, era por entonces
investigador del CONICET. En aquella conferencia de prensa se expuso que el
COMPLEJO CROTOXINA A-B preparado en base al veneno de víboras cascabel y cobra,
venía siendo suministrado a los pacientes sin conocimiento ni autorización de
la autoridad sanitaria de entonces: el Ministerio de Salud y Acción Social.
Los
investigadores consultados al respecto, llegaron a la conclusión de que no
existían certezas acerca de las bondades del producto en experimentación, e
incluso algunas publicaciones llegaron a revelar que mucha de la información
suministrada por el Dr. Vidal y sus seguidores era fraguada. No obstante, el
Ministerio de Salud Pública y Acción Social, mediante Resolución Nº 522/86 (B.O. 28/07/1986), autorizó el suministro a
83 pacientes que ya recibían la droga, por razones de humanidad. Más tarde, el
mismo Organismo prohibió el uso y suministro de la Crotoxina.[1]
A pesar de todo ello, el
Ministerio de Salud y Acción Social recibió una muy fuerte presión por parte de
la prensa, políticos, y grupos de
pacientes para que lo autorizara. Finalmente como vimos, lo hizo para aquellos
pacientes que ya estaban tomando la medicación, sin haber pasado por las fases
necesarias para poder autorizar un protocolo de investigación. Centenares de
acciones de amparo se presentaron entonces, solicitando que se incluyera a los
pacientes enfermos de cáncer, en esa lista de autorizados a recibir la
Crotoxina.
No
obstante su prohibición, todavía perdura el mito popular de que la Crotoxina es
un remedio eficaz para la lucha contra el cáncer por lo que se la sigue
comercializando en el mercado negro. Nuestro más Alto Tribunal de Justicia en
una causa relacionada con esta droga[6]
expresó, siguiendo la doctrina norteamericana[7] que:
“la inocuidad de una droga puede ser
peligrosa para cualquier paciente si ella no produce los efectos terapéuticos
implicados. Pero si un individuo que sufre de una potencial enfermedad fatal
rechaza una terapia convencional en favor de una droga de propiedades curativas
no demostradas, las consecuencias pueden ser irreversibles…”.
Este
antecedente me viene a la memoria en relación a lo que nos sucede frente a las
vacunas para la COVID-19. Muchos de los que se niegan a vacunar han sido
influenciados por el movimiento antivacunas, pero otros niegan y dudan sobre lo
que los científicos de todo el mundo avalan: seguridad y eficacia
proporcionados por las vacunas, y aún hay quienes niegan la existencia de la
misma pandemia.
Recordemos
los casos en los que las personas recurrían (y aún hoy lo hacen) al dióxido de
cloro utilizado como medicamento para combatir la COVID-19. Algunos llegaron a solicitarlo
ante la Justicia [8]. Se
repite el caso en que ciertas personas dudan de la ciencia, de los tratamientos
basados en la evidencia y prefieren recurrir a productos que aparecen como
“salvadores” y que según muchos manifiestan, están “fuera del comercio y de la
voracidad económica de los productores de medicamentos y vacunas”.
Al
igual que con la Crotoxina, la ciencia aparece para estas personas, como algo
misterioso, secreto y oscuro, tal cual lo describen Yriart, Martín y Braginski, Ricardo-cita
2- Se preguntan los autores cómo se
explicaba entonces la pasividad de la prensa argentina frente a semejante
acontecimiento, y a su vez cómo se
explicaba el silencio de la comunidad científica ante un caso de deconstrucción
de la representación social de la ciencia en Argentina.
Algo
tenemos que haber aprendido de aquél hecho que conmovió durante años a nuestra
sociedad, y lo más importante en estos casos, estimo que es recurrir a la buena
comunicación e información.
[1] Resolución Nº 47/1986-M.S.y
A.S.
[2] Yriart, Martín y Braginski,
Ricardo, “La resurrección del caso crotoxina (1989-1996): ciencia, política y
medios de comunicación”, publicado en REDES, Revista Estudios Sociales de la
Ciencia, págs. 110 a 136.
[3] En”
B.,A.J. c/ Provincia de Buenos Aires s/ Amparo”, 28-feb-2011- MJ-DOC-5233-AR |
MJD5233 se hizo lugar a la acción de amparo interpuesta, obligando al Estado
Provincial a la implementación de un protocolo compasivo para la aplicación de
la técnica de implantación de células madres (mesenquimáticas) en pacientes con
esclerosis lateral amiotrófica, a pesar de no existir ninguna evidencia
científica que certifique la eficacia y la ausencia de riesgos del tratamiento
requerido por el paciente.
[4] Schulz, Pablo y Katime, Issa,
Revista Iberoamericana de Polímeros, Volumen 4 (2), Abril de 2003, “Los fraudes
científicos”, págs. 38-42.
[5] Ibídem 67.
[6] CSJN, “Baricalla de
Cisilotto, María del Carmen c/Gob. Nac. (M. de Salud y A. Social)”, 27/01/1987.
[7] Fallo “United State v.
Rutherford” del 18/06/1979 en que la Suprema Corte de Justicia de los EE.UU.
resolvieron acerca de la droga “Laetrile”, proclamado como antineoplásico.
[8] https://www.diariojudicial.com/public/documentos/000/094/887/000094887.pdf
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