Fuente: sergiopasqualini.com.ar
Hasta no hace mucho
tiempo, el acceso a medicina reproductiva de alta complejidad era
patrimonio de quien podía pagarlo y del ámbito privado. Fertilización in
vitro y otras técnicas de reproducción asistida se realizaban casi
exclusivamente en forma privada. Era el paciente quien se hacía cargo
directamente de los costos y las clínicas y profesionales quienes a su
riesgo proponían cualquier forma de financiación. Contadísimas prepagas,
y en sus planes más onerosos, podían llegar a cubrir uno o dos
tratamientos: al final de cuentas, el plan mensual resultaba tan caro
como pagar el tratamiento en cuotas.
Muchas parejas, imposible saber
su número, dejaban de realizar estos tratamientos. Otras, por el mismo
motivo, no completaban los tratamientos o no realizaban todos los
intentos requeridos para lograr el embarazo. Luego vino la Ley de Fertilización Asistida de la Provincia de Buenos Aires
e hizo un gran aporte funcionando como paliativo a esta situación. La
base de acceso se amplió: muchas parejas dejaron de postergar el
tratamiento de su patología por una causa económica.
La Ley de la Provincia de Buenos Aires
también tiene sus restricciones. Su reglamentación no alcanza a mujeres
menores de 30 o mayores de 40 años, no cubre la donación de gametas ni
la criopreservación, entre otras cosas. De todos modos, fue un primer
gran paso.
Al mismo tiempo comenzó a darse
otro proceso. La relación entre prepagas y obras sociales respecto de
los profesionales y clínicas cambió. Una repentina dosis de pasión y
amor afloró: la reproducción asistida pasó de ser el niño revoltoso que
todos querían lejos para transformarse en la doncella más codiciada del
reino. La intención era transparente: intentar bajar los valores de
estos tratamientos. A su vez, anticipándose al efecto dominó de la ley
provincial y una posible ley nacional, ninguna prepaga u obra social
quiso quedarse afuera.
Y así comenzó el tema de “quién paga”.
Antes pagaban los pacientes directamente, ahora, en algunos casos y con
el tiempo serán cada vez menos los que pagan en forma directa.
Paralelamente comenzó la carrera por ser prestadores de las
instituciones que ofrecen estas prácticas. Así algunos centros que no
pueden, o que no quieren, competir de otra manera lo comenzaron a hacer
bajando los valores, a niveles que se hace imposible mantener la calidad
que los pacientes se merecen. Y no estamos hablando de calidad en el
servicio de atención a clientes estamos hablando de ¡calidad en medicina!
La falta de calidad en tratamientos de reproducción asistida significa
pasar por todas las etapas del proceso y no lograr el embarazo
pudiéndolo haberlo logrado.
La exclusividad
también surgió como novedad: algunas obras sociales y prepagas cubren
tratamientos exclusivamente en algunos centros. Esto tampoco es bueno.
La libre elección del paciente
dónde realizar el tratamiento es lo que fue práctica común hasta ahora.
Cada centro trabaja más o menos según las circunstancias. Eso fue
bueno y debería seguir así. Los resultados en nuestra especialidad se
miden por embarazo. Los resultados no son iguales en todos los
centros, hay centros con mejores resultados y eso es un hecho. El no
lograr el embarazo es una carga psicológica y económica muy grande y la
frustración se ve incrementada cuando esto ocurrió en un lugar en el
cual el paciente fue obligado a concurrir por obligación de su
cobertura. Dato curioso es que probablemente esa pareja recurra a otro
centro de su elección y asumiendo directamente los costos y logre el
embarazo –que podría haber logrado en primer lugar-. Es un daño que
hasta ameritaría una acción legal contra la institución que los obligó a
tratarse en un lugar determinado.
Y puedo dar datos concretos. En
nuestro Instituto, analizando 100 parejas que lograron el embarazo en
forma consecutiva, 21 de ellas habían realizado tratamientos fallidos en
otros centros. Quizás lo hubieran logrado de reintentarlo en esos otros
centros, o no, nunca lo sabrán, pero quedaron tranquilos con el cambio y
fue una libre elección. Por otro lado, seguramente algunas de las
parejas que no lograron el embarazo con nosotros, fueron exitosos en
otro centro.
Afortunadamente, en paralelo a estos cambios nació AACeRA,
la cámara que nuclea a todos los centros de reproducción asistida del
país, menos uno, que decidió retirarse. Retirarse para hacer sus propios
negocios, apostando a bajar los valores aumentando la cantidad de
pacientes, sin darse cuenta que eso en el tiempo es insostenible y más
aún en cuanto a mantener un nivel de resultados adecuados. Y es una
lástima, porque los perjudicados, como siempre, terminaran siendo los
pacientes.
Es la razón del título de este escrito: “¿quién paga?”. Y habría que agregarle: “cuánto paga”.
Ahora debería ser la cámara la responsable por regular los honorarios;
honorarios lógicos y equitativos, que permitan mantener un nivel
adecuado de excelencia. Debería ser la cámara la que obligue, en cierta
manera, a que las prepagas u obras sociales contraten a quien quieran,
pero también dándole la oportunidad al afiliado de atenderse con el
centro que quiera agrupado y con el respaldo de la cámara. Y si el
centro no está como prestador, le cubra hasta el valor que cubra con
su/s centros contratados.
Las piezas están en movimiento: las asociaciones de pacientes para QUE SALGA LA LEY,
los centros para que no se caigan los valores y que permita seguir
trabajando como corresponde, y las prepagas y obras sociales tratando de
bajar los valores, y fundamentalmente tratando que la cámara no
prospere.
Y es por eso que es un buen
momento para que se sepa todo esto, para que los legisladores lo tengan
en cuenta, dada la inminencia de la Ley Nacional. Una buena ley no
debería contemplar solamente que todo el mundo tenga acceso sino cómo se
va a organizar y cuál es el rol de cada uno de los actores en la cadena
de prestación de servicios. La ley debe contemplar la cobertura,
obviamente, pero que esa cobertura debería ser de un valor consensuado
con la cámara que nuclea a los centros y no ser sólo las prepagas y
obras sociales las que tengan la responsabilidad de fijar valores. La
ley debe proteger al paciente, a los centros y fundamentalmente, la
calidad de servicio en salud.
Los jugadores están saliendo a
la cancha, y es hora de defender los derechos de las mujeres y parejas
que quieren embarazarse y no pueden, ofreciéndoles lo mejor que estas
técnicas al día de hoy ofrecen.
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