Fuente: miradaprofesional.com
BUENOS AIRES: Quizás este tema haya sido abordado en muchas oportunidades y desde muchos aspectos pero me parece que una mirada socioantropológica no está demás, mientras desde los medios los profesionales renombrados nos sigan haciendo creer (explícita y/o implícitamente) que la alimentación es sólo una cuestión fisiológica pretendiendo ordenarnos qué, cuándo, dónde, porqué y con quién comer.
Por Lic. Gabriela PolischerUna colega española, Mabel Gracia Arnáiz, sugiere que estas restricciones –como tantas otras- son necesidades del capitalismo para mantener una suerte de control social. Invisible, también, como tantos otros controles y rastreable a través de la historia. Durante el s. XIX, por ejemplo, se “castigaba” la gula de las elites transformándolas en pecaminosas y, contrariamente a la mala alimentación que habían tenido los trabajadores desde los comienzos de la Revolución Industrial, los empresarios se dieron cuenta que un proletariado más saludable (mejor alimentado) aseguraba una mano de obra eficiente.
En la actualidad, hay todo un protocolo acerca de lo que significa comer bien: masticar la comida una cantidad de veces, comer una porción de determinado tamaño, ingerir una cantidad de proteínas, vitaminas e hidratos de carbono en cada ración, hacer todo lo anterior despacio, en un lugar agradable, compartirla en familia, etc, etc, etc. Todo ello es sinónimo de alimentarse EQUILIBRADAMENTE
Es decir que, para comer equilibrado, hay que saber un montón de cosas que, por lo menos el consumidor común y corriente, no sabe. Es decir, se le exige al comensal una competencia dietética que no tiene porqué tener pero, y aquí viene lo grave y es que luego, se lo “castiga” o “culpa” de no saberlo cuando, por ejemplo, padece una enfermedad.
O sea, en esta sociedad, se es “obeso” por no saber comer, por no saber cuidarse y, peor aún, por falta de voluntad (por no querer hacerlo).
Nadie condena las publicidades (engañosas o no aunque en mayor o en menor medida todas lo son) o las presiones de un modo de vida moderno cada vez más desestructurante.
Si no se discuten y controlan las causas –pero desde lo social y no desde lo individual, aunque, este factor también es importante para el padeciente- no habrá soluciones de fondo, porque, si las llamadas enfermedades del síndrome metabólico han aumentado en todo el mundo no es porque la gente no sabe comer sino porque, hay una nueva escuela (léase mercado) que nos está enseñando muy mal y sólo persigue aumentar su cuota.
BUENOS AIRES: Quizás este tema haya sido abordado en muchas oportunidades y desde muchos aspectos pero me parece que una mirada socioantropológica no está demás, mientras desde los medios los profesionales renombrados nos sigan haciendo creer (explícita y/o implícitamente) que la alimentación es sólo una cuestión fisiológica pretendiendo ordenarnos qué, cuándo, dónde, porqué y con quién comer.
Por Lic. Gabriela PolischerUna colega española, Mabel Gracia Arnáiz, sugiere que estas restricciones –como tantas otras- son necesidades del capitalismo para mantener una suerte de control social. Invisible, también, como tantos otros controles y rastreable a través de la historia. Durante el s. XIX, por ejemplo, se “castigaba” la gula de las elites transformándolas en pecaminosas y, contrariamente a la mala alimentación que habían tenido los trabajadores desde los comienzos de la Revolución Industrial, los empresarios se dieron cuenta que un proletariado más saludable (mejor alimentado) aseguraba una mano de obra eficiente.
En la actualidad, hay todo un protocolo acerca de lo que significa comer bien: masticar la comida una cantidad de veces, comer una porción de determinado tamaño, ingerir una cantidad de proteínas, vitaminas e hidratos de carbono en cada ración, hacer todo lo anterior despacio, en un lugar agradable, compartirla en familia, etc, etc, etc. Todo ello es sinónimo de alimentarse EQUILIBRADAMENTE
Es decir que, para comer equilibrado, hay que saber un montón de cosas que, por lo menos el consumidor común y corriente, no sabe. Es decir, se le exige al comensal una competencia dietética que no tiene porqué tener pero, y aquí viene lo grave y es que luego, se lo “castiga” o “culpa” de no saberlo cuando, por ejemplo, padece una enfermedad.
O sea, en esta sociedad, se es “obeso” por no saber comer, por no saber cuidarse y, peor aún, por falta de voluntad (por no querer hacerlo).
Nadie condena las publicidades (engañosas o no aunque en mayor o en menor medida todas lo son) o las presiones de un modo de vida moderno cada vez más desestructurante.
Si no se discuten y controlan las causas –pero desde lo social y no desde lo individual, aunque, este factor también es importante para el padeciente- no habrá soluciones de fondo, porque, si las llamadas enfermedades del síndrome metabólico han aumentado en todo el mundo no es porque la gente no sabe comer sino porque, hay una nueva escuela (léase mercado) que nos está enseñando muy mal y sólo persigue aumentar su cuota.
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