Fuente: pijamasurf.com
El Consejo de Bioética de Nuffield plantea una
consulta para examinar los dilemas que plantean los recientes
desarrollos de la neurociencia, que si bien podrían curar enfermedades
terribles, también potenciarían las capacidades del ser humano a grados
inimaginables.
Los desarrollos actuales de la
neurociencia y sus aplicaciones en biotecnologías concretas que
modifican el cuerpo humano —potenciando, se dice, sus capacidades
neuronales hasta niveles insospechados— han desatado intensos debates
sobre la pertinencia ética de aplicar dichos conocimientos científicos
en una de las estructuras más básicas y más profundas del ser humano.
Este jueves una organización británica,
el Nuffield Council on Bioethics (NCB), emprendió un estudio sobre los
riesgos que supone borrar la frontera entre la humanidad y las máquinas,
ante la eventual posibilidad de que un implante permita al cerebro
niveles inauditos de concentración, control mental de armas o incluso
llevar al cuerpo a niveles de fuerza física que se creerían
inalcanzables.
Aunque es cierto, como asegura Thomas
Baldwin, profesor en la Universidad de York y director de la
investigación, que intervenir en el cerebro representa una buena
posibilidad de curar enfermedades terribles, igualmente son de temer las
consecuencias de intentar mejorar las capacidades humanas más allá de
lo que es normal.
“Esto nos reta a pensar cuidadosamente
en preguntas fundamentales acerca del cerebro: ¿Qué nos hace humanos?
¿Qué nos hace individuos? ¿Cómo y por qué pensamos y actuamos en la
manera en que lo hacemos”, dice Baldwin.
Recordemos que tecnlogías como la
interfaz cerebro-computadora, la neuroestimulación profunda del cerebro y
la estimulación magnética transcreanal se utilizan ya en el tratamiento
de enfermedades como el mal de Parkinson, embolias, depresión y otras,
si bien paralelamente se exploran sus efectos más allá de la terapia
médica, especialmente en el ámbito militar, donde se prueban
dispositivos —armas o vehículos— que se puedan controlar con señales
emanadas directamente del cerebro.
Sobre este último uso, uno de los
dilemas que se plantean es a propósito del sujeto de responsabilidad de
una decisión, si acaso, como propone Baldwin, sería posible confundir al
responsable de una decisión o una acción y no poder imputarle esta a la
persona o a la máquina conectada a dicha persona.
Por otro parte también es de tomarse en
cuenta que el mercado de estas tecnologías es uno de los más fértiles de
los últimos años, con cifras de inversión y capitalización que se
calculan en cientos de miles de millones de dólares.
Sin duda un escenario polémico,
interesante, del que vale la pena conocer su devenir. El estudio del
NCB, por cierto, incluye también una consulta pública que se puede
consultar hasta el 23 de abril en la dirección http://www.nuffieldbioethics.org/neurotechnology.
[Reuters]
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