Fuente: www.abc.es
En
tiempos de crisis, lo primero de lo que se prescinde es de lo
superfluo. Cuando la recesión persiste, la cartera se cierra y se espera
a que amaine el temporal. En estas circunstancias, ¿qué ocurre con
aquellas parejas que por problemas de fertilidad pensaban recurrir a la
reproducción asistida? Expertos de diversos centros de reproducción
asistida consultados por ABC coinciden en que la actual situación de ajustes ha obligado a estos futuros padres a replantear su estrategia.
Según los especialistas, debido a la recesión se ha producido una caída
de los tratamientos de fecundación «in vitro» (FIV) en España, uno de
los procedimientos más caros y cuyo coste oscila entre los 4.000 y los
6.000 euros, y ha conducido a las parejas a optar por soluciones más
económicas como las adopciones de embriones, cuyo precio es
sensiblemente menor.
En
estos últimos procesos las parejas se ahorran el coste de la medicación
que supone la estimulación ovárica y también la tarifa del quirófano
para realizar la punción ovárica. Las parejas con problemas de
fertilidad que optan por una FIV o por una inseminación artificial
tienen hijos con sus características genéticas porque se utiliza el esperma y los óvulos de la pareja.
En definitiva, se reproduce en el laboratorio lo que sucede en la
Naturaleza. Las parejas que recurren a una adopción embrionaria —se
transfiere a la mujer un embrión sobrante de un tratamiento de
fertilidad de otra pareja — renuncian a tener hijos genéticamente
propios.
Renunciar a la genética
«Son parejas que
están dispuestas a sacrificar esa cuestión para poder ser padres, ya que
no pueden costearse otro procedimiento», explicó en declaraciones a ABC
la doctora Marisa López-Teijón, responsable de Reproducción Asistida
del Instituto Marquès de Barcelona, que cuenta con un programa pionero a
nivel internacional de adopción de embriones.
En
el último año y medio, la cifra de parejas con problemas de fertilidad
que se decantan por esta salida ha aumentado considerablemente. El
Instituto Marquès de Barcelona creó hace años un banco de embriones
procedentes de padres sanos menores de 35 años que habían quedado a
disposición del centro después de que los progenitores no especificaran
cuál debía ser su destino.
«Un
40% de las parejas que acuden al centro para realizarse una FIV y
obtienen varios embriones evitan responder qué quieren hacer con los
sobrantes», explica López-Teijón. En estos casos, el centro los acoge en
el Programa de Adopción de Embriones y los pone a disposición de
personas (parejas o mujeres en solitario) que deseen entrar en el
programa.
«Los candidatos son de varios perfiles:
desde mujeres que quieren ser madres en solitario a parejas con
problemas severos de fertilidad cuya única opción es la adopción,
pacientes con abortos de repetición o personas que podrían optar por una
FIV pero que no pueden costeársela», asegura la experta del Instituto
barcelonés.
En
paralelo al aumento de esta alternativa, en el citado centro se ha
registrado una caída importante de las demandas de FIV, «directamente
relacionada con la crisis. Este tipo de tratamientos podrían haber
descendido entre un 20 y un 30%, afirma López-Teijón, quien aclara que
«la caída ha sido mucho más fuerte en los centros pequeños» que en las
grandes clínicas de referencia.
En
el Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI), otra de las
instituciones de referencia en este tipo de procedimientos, la caída no
ha sido en cifras absolutas pero sí exponencial.
En
el año 2009 el centro registró 12.006 consultas por problemas de
fertilidad; en 2010 un total de 13.864 y en lo que llevamos de 2011 ya
han notificado 8.500. «Aparentemente podríamos decir que no se ha notado
la crisis, aunque en realidad, teniendo en cuenta la línea ascendente
de los últimos años, no es aventurado decir que este año deberían haber
sido más», interpretan portavoces del Instituto Valenciano de
Infertilidad.
En
algunos de sus centros, como el de Castellón, sí se ha percibido una
caída real en la demanda de fecundaciones «in vitro». En ocasiones,
estos procedimientos, que suelen costar 5.000 euros, se encarecen porque
no se consigue el embarazo en el primer intento y las parejas deben
someterse a dos o más procesos.
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