Fuente: elargentino.com
La salud pública de la Ciudad de Buenos
Aires regala miles de crónicas todos los días. Los ciudadanos que no
cuentan con coberturas de obras sociales ni prepagas están condenados a
demoras muchas veces intolerables.
Es de noche y el frío pega duro.
Por la avenida Córdoba circulan unos pocos colectivos, taxis y algún
auto particular. La ciudad todavía duerme. Son las seis de la mañana y
en la puerta del Centro de Salud Mental Arturo Ameghino, en el barrio de
Balvanera, la cola ya empieza a hacerse más nutrida. Buscan uno de los
14 turnos que se entregarán ya de día. El Ameghino tuvo su pico de
celebridad durante la crisis de 2001, cuando la feroz debacle económica
disparó hasta las nubes la demanda de atención psicológica y las clases
medias ya no podían costearse un tratamiento privado. “Otros días vine
más tarde, pero no conseguí turno. Ésta es la tercera vez que intento,
llegué más temprano y pareciera que voy a tener suerte”, cuenta Mariela
(44 años), orgullosa con su sexto puesto en la fila. “Me separé hace
poco, tengo dos hijos adolescentes y siento que todo es muy difícil. Me
dijeron que acá pueden ayudarme”, agrega.
La salud pública de la Ciudad de Buenos Aires regala miles de crónicas todos los días. Es otro viernes de penurias y postergaciones. Los ciudadanos que no cuentan con coberturas de obras sociales ni prepagas están condenados a demoras muchas veces intolerables. No es algo nuevo, no es algo que sorprenda, pero el Estado porteño resuena en retirada. La administración del jefe de Gobierno Mauricio Macri y su ministro de Salud, Jorge Lemus, no deja espacios para dobles lecturas. La subejecución de partidas para el sector, la centralización en la compra de insumos que ocasiona la falta de suministros en muchos hospitales, los conflictos con los trabajadores, el veto a la creación de un laboratorio estatal, el abandono de la atención de los porteños que viven en las villas y las reiteradas quejas de Macri contra los bonaerenses que se atienden en la Ciudad –un fenómeno histórico– y la inmigración descontrolada –un fantasma inexacto y peligroso–, conforman un cóctel devastador.
Leé la nota completa en el sitio de Miradas al Sur
La salud pública de la Ciudad de Buenos Aires regala miles de crónicas todos los días. Es otro viernes de penurias y postergaciones. Los ciudadanos que no cuentan con coberturas de obras sociales ni prepagas están condenados a demoras muchas veces intolerables. No es algo nuevo, no es algo que sorprenda, pero el Estado porteño resuena en retirada. La administración del jefe de Gobierno Mauricio Macri y su ministro de Salud, Jorge Lemus, no deja espacios para dobles lecturas. La subejecución de partidas para el sector, la centralización en la compra de insumos que ocasiona la falta de suministros en muchos hospitales, los conflictos con los trabajadores, el veto a la creación de un laboratorio estatal, el abandono de la atención de los porteños que viven en las villas y las reiteradas quejas de Macri contra los bonaerenses que se atienden en la Ciudad –un fenómeno histórico– y la inmigración descontrolada –un fantasma inexacto y peligroso–, conforman un cóctel devastador.
Leé la nota completa en el sitio de Miradas al Sur
1 comentario:
PARA SER IMPARCIAL CON ESTA NOTA, DEBIÓ HABERSE REFERIDO A LOS HOSPITALES PÚBLICOS DE TODO EL PAÍS,CASI NINGUNO PARECE SER LA EXCEPCIÓN. NO OBSTANTE, EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES HAY VARIOS QUE SON MODELO Y LA GENTE DEL CONURBANO BONAERENSE LOS PREFIERE, A LOS DE SU ZONA
Publicar un comentario