"Cualidades" de la vida humana
Los conocimientos
científicos dejan bien claro y fuera de dudas que el comienzo de la
existencia de cada ser vivo se produce con la fusión de los gametos de
sus progenitores, momento en el que se constituye su programa genético.
Por tanto, los mismos principios expuestos para la ética de la
experimentación científica en el hombre tienen idéntica validez y grado
de exigencia en todo lo que se refiere a la experimentación en la fase
embrionaria o fetal de su vida. La existencia de aspectos específicos en
estas investigaciones es el motivo de tratarlos separadamente.
Las
investigaciones acerca del diagnóstico prenatal y del tratamiento
intrauterino son de una gran importancia y, de hecho, se prevén
considerables avances en un futuro próximo. Sin embargo, algunas
prácticas biomédicas con fetos hacen presagiar que estos avances en el
campo de la Ciencia pueden con facilidad convertirse en terribles
retrocesos en el campo de lo humano. El retroceso supone, en primer
término, arrogarse el poder de decidir sobre la vida de un no-nacido,
por el simple hecho de ser una vida "no deseada", a sabiendas de que es
una vida humana que exige, por tanto, todo el respeto.
Han sido
muy numerosos los esfuerzos encaminados a introducir la práctica
abortiva y anticonceptiva, primero, y más tarde la de fecundación "in
vitro", para insensibilizar las conciencias y borrar el valor de la
"vida humana" a base de establecer diferentes "calidades". Se suman a
estos esfuerzos los de científicos -para quienes todo valor puede ser
sacrificado en aras del progreso científico- deseosos de disponer del
material más adecuado para sus trabajos y, además, barato; no se puede
ignorar que disponer de un embrión de mono, teniendo en cuenta la cría
de sus progenitores y la baja natalidad, resulta muy caro.
Esta
actitud aberrante prende facilmente cuando se admite que puede haber
vidas humanas que no sean tan dignas de ser vividas por razones de raza
biológica, de pertenencia a pueblos pobres o incultos, por edad, o por
enfermedad. Si esto se llega a admitir, se está a un paso de aceptar que
la condición de humano no estaría en sí mismo, en el hombre, sino que
le vendría otorgada por otros y dependería, por lo tanto, de su
generosidad. De igual forma que habría vidas humanas indignas de ser
vividas, porque no son útiles desde el punto de vista de rentabilidad
socioeconómica, un hijo no deseado, no "planificado", se convierte en un
"indeseable"; y no sólo porque sea un intruso que perturba la paz
familiar y el equilibrio psíquico de la madre y por ello merezca no
nacer, sino porque, llega incluso a decirse, no es una vida humana. Así
lo afirmaba Giséle Halini, la feminista francesa promotora de la
legalización del aborto: "esta vida -la del niño que va a nacer- no se
convierte en vida más que por el deseo que yo, mujer, tengo de ella. Por
el contrario, jamás será vida contra mi propia voluntad, sino un
amasijo de células malignas, que quemará en mi cuerpo traicionado". Ser
persona o ser tumor dependería, pues, del deseo de la madre.
En
1973, el Washington Post publicaba un esquema comparativo del aborto y
la esclavitud -"Dos casos de desprecio de la vida humana"-, realizado
por una organización norteamericana para la protección del derecho a la
vida. El paralelismo es escalofriante al mismo tiempo que revelador:
"LA ESCLAVITUD" (1857)
Aun
cuando posea un corazón y un cerebro, y biológicamente se le considere
humano, un esclavo no es una "persona" ante la ley. La decisión del
Tribunal Supremo de los Estados Unidos lo afirma claramente.
Un
hombre de la raza negra sólo recibe su personalidad jurídica al ser
libertado; antes no debemos preocuparnos por él, pues no tiene derechos
ante la ley.
Si usted considera que la esclavitud es mala, nadie le obliga a tener un esclavo, pero no imponga su moralidad a los demás.
Un hombre tiene el derecho de hacer lo que desee con su propiedad.
¿No
es, acaso, más humanitaria la esclavitud? Después de todo ¿no tiene el
negro el derecho a ser protegido? ¿No es mejor, acaso, ser esclavo que
ser arrojado sin preparación o experiencia a un mundo cruel? (Afirmación
hecha por una persona que ya es libre).
"EL ABORTO" (1973)
Aun
cuando posea un corazón y un cerebro, y biológicamente se le considere
humano, el niño no nacido no es "una persona" ante la ley. El Tribunal
Supremo de los Estados Unidos lo ha afirmado claramente.
Un niño sólo adquiere personalidad jurídica al nacer; antes no debemos preocuparnos por él, pues no tiene derechos ante la ley.
Si usted considera que el aborto es malo, nadie le obliga a hacerlo, pero no imponga su moralidad a los demás.
Una mujer tiene el derecho de hacer lo que desee con su propio cuerpo.
¿No
es, acaso, más humanitario el aborto? Después de todo, ¿no tienen todos
los niños el derecho de ser "deseados" y amados? ¿No es mejor, acaso,
que jamás llegue a nacer un niño, antes de que tenga que enfrentarse
solo y sin amor a un mundo cruel? (Afirmación hecha por una persona que
ya ha nacido).
¿Se convertirá el niño no nacido en el "Dred Scolt"
de hoy o utilizará nuestra nación sus grandes recursos para respetar
toda vida humana, sea de una persona de raza negra o blanca, pobre o
rica, de hombre o de mujer, de niño no nacido o de anciano
octogenario?".
Una pregunta surge de inmediato: si es así ¿dónde
poner la barrera del "control de calidad"? Es asombroso ver como un
tribunal absuelve al Dr. Leonard Arthud, acusado de matar, mediante la
administración de drogas, a un niño nacido mongólico y por ello no
aceptado por sus padres, mientras que más de un hospital norteamericano
es condenado a pagar fuertes indemnizaciones a los padres de niños
nacidos con anomalías congénitas, no detectadas por impericia de los
médicos. Puede estar próximo el momento en que un hijo se querelle
jurídicamente con sus padres porque permitieron que naciera con un
defecto físico.
Inicio de la vida humana
La cualidad
de vida humana no está disociada de la vida biológica, del mismo modo
que no existe una vida humana y otra humanizada, que sería la digna de
respeto, porque en ella se sea útil, se esté sano y no estorba a otros.
Cada hombre tiene una única vida, que se inició en el momento de su
concepción, durante la cual es una perfecta unidad de cuerpo y espíritu,
y de ahí su dignidad, sean cuales sean las condiciones biológicas por
las que atraviese o en las que se encuentre. Es tan obvio como que
"nadie distingue, por ejemplo, -comenta A. del Amo- referido al perro
entre vida y vida canina; un cigoto de perro es un perro o no es nada, y
lo mismo sería válido para cualquier otra especie". Sin embargo, los
intereses de los defensores de la prácticas abortivas o anticonceptivas y
de la utilización de embriones precoces, procedentes de la fecundación
"in vitro" para experimentación, han ido concediendo la cualidad humana
según conviniese: a los 14 días de la concepción tras la nidación, o
tras el inicio del desarrollo cerebral -tres meses-, o simplemente
cuando, expuesto a condiciones antinaturales, es decir, fuera del útero
antes de completarse la gestación, resulte viable según los adelantos de
las técnicas disponibles en ese momento. Así afirmaba Hoult (1), que la
vida humana pasa por el siguiente ciclo general: a) en útero, el
embrión o feto tiene una "animación" protoplásmica, dependiente de la
energía de su madre, b) después de un nacimiento viable, el individuo
humano tiene, además de la protoplásmica, otra organísmica en la que
empieza a depender de sí mismo y, por tanto, es independiente; c) tras
la muerte cerebral, en el cuerpo, perdura la protoplásmica, pero ya no
independiente -a no ser que sea mantenida artificialmente- y un tiempo
después de la muerte sucede la muerte protoplásmica. La vida
protoplásmica se originó -dice Hoult- hace 3.000 millones de años y ha
continuado sin interrupción a través de repetidas divisiones celulares
que median la herencia humana. A un embrión o un feto no se le atribuye
más cualidad de vida que la protoplásmica, unida a la vida protoplásmica
de su madre a través de su dependencia energética. Pretensiones de este
tipo carecen totalmente de fundamento, máxime si se trata, como en este
caso, de buscar motivos para reclamar la propiedad del embrión y la
libertad de su uso por parte de los laboratorios científicos. No admite
duda, ni la ha admitido nunca, el hecho de que en la naturaleza los
animales, aun aquellos que a veces forman colonias o sociedades,
aparecen como individuos con una vida propia y única; tras la muerte de
los organismos pluricelulares algunas de sus células siguen siendo
sustancia viva durante un tiempo pero ha perdido ya la unidad funcional
que manifieste la individualidad. Como señala F. Ponz (2), "desde que al
fertilizarse el óvulo se forma el cigoto, y se inicia la vida del nuevo
ser, hasta que se produce la muerte, hay en el individuo una manifiesta
continuidad, sean cuales sean los estados intermedios. En cualquier
momento ese individuo resulta identificable con el que era antes o con
el que será más tarde. Se advierte en el animal en todo momento una
corporalidad morfológicamente coherente, con partes, miembros y órganos
físicamente unidos para formar un cuerpo. Las funciones de todas estas
partes cobran sentido en orden al vivir del organismo entero. Y en toda
su actividad, espontánea o provocada, se circunscriba a una parte
reducida o sea más bien general, la acción es propia del animal como un
uno,como un todo.
... En el plano fisiológico, esta unidad del
individuo se aprecia como unidad funcional, y supone organización:
jerarquización y ordenación de funciones, de modo que las más
elementales dan lugar a actividades coherentes de orden superior, éstas
se coordinan entre sí para desarrollar funciones de mayor rango y así
sucesivamente hasta que por integración de todas se consigue el vivir
animal unitario. La unidad funcional requiere subordinación operativa,
correlación entre partes y funciones parciales, control de todas las
actividades al servicio de ese vivir unitario, armónico y equilibrado". Y
esa unidad funcional, esa organización existe desde que el individuo
tiene dos células: las interacciones específicas entre las membranas de
esas células la mantienen.
También carece de todo fundamento
científico la pretensión de relacionar el comienzo de la vida humana con
alguna fase concreta. Para algunos en concreto se situaría en el
desarrollo cerebral. No hay ninguna etapa en la que se de el paso de ser
otra cosa a ser vida humana. Con la fecundación se inicia un proceso
único e irreversible en que los genes se van expresando de acuerdo con
el estricto programa del desarrollo embrionario. Como señala G. López
(3), en ese programa continuo se inscribe también el desarrollo
cerebral: "el sugestivo capítulo de la Neuroembriología ofrece múltiples
datos demostrativos de que esta programación y dirección del desarrollo
del sistema nervioso es un hecho. El estudio morfológico revela que los
primeros signos de diferenciación del sistema nervioso comienzan en las
células ectodérmicas de la línea media sobre la notocorda. Las células
de la notocorda van cambiando y se hacen más alargadas, formando la
placa neural, en la cual ya se puede diferenciar, en la tercera semana,
lo que será médula de lo que formará el encéfalo. Después, la placa se
transforma en el canal nervioso que sigue mostrando el desarrollo
simultáneo de médula y encéfalo, apareciendo las vesículas encefálicas,
al final del primer mes. Continúan creciendo todas las estructuras
nerviosas en un desarrollo integral programado, con interconexiones
recíprocas moleculares, desarrollo y crecimiento de axones, etc. (...);
el sistema nervioso se desarrolla como una unidad, y en cualquier punto
de las estructuras embrionarias de los centros nervioso, las células
tienen actividad -actividad nerviosa- en fase muy precoz. Las neuronas
tienden una a otras, y se establecen interconexiones de alta
especificidad. La célula nerviosa embrionaria, cuando aún no ha
alcanzado verdadera morfología neuronal, presenta unas extensiones,
llamadas filamentos de avance, que progresan en muchas direcciones como
explorando el medio. Son estructuras dinámicas que avanzan y retroceden
en minutos para establecer conexión diferencial con superficies de otras
neuronas, y así va preparándose el crecimiento axónico hasta constituir
el entramado de fibras del sistema nervioso central.
Por otra
parte, todo indica que en los primeros meses y aun años de la vida
extrauterina, se producen profundos cambios en el sistema nervioso, pero
lo importante es que el desarrollo se hace sin solución de continuidad,
y las capacidades funcionales sensoriales y motoras van apareciendo
gradualmente. El sistema nervioso es el mismo, controlado por la misma
potencialidad genética, tanto en los primeros días del desarrollo
embrionario, como al cabo de unos meses o después del parto. Señalar un
momento de cambio radical, para opinar que ahí empieza la vida humana,
sería una arbitrariedad incompatible con los conocimientos más
elementales de la Neurobiología".
La actual polémica entre
"developmentalists" y "conceptionists" no es más que una pseudopolémica,
un filosofismo introducido en el mundo científico por intereses no
precisamente científicos. No se trata de opiniones discutibles porque
falte seguridad en los datos experimentales. La ciencia experimental
demostró hace tiempo que con fertilización se produce un nuevo individuo
cuyo programa de desarrollo y vida es diferente del programa de sus
progenitores. Ahí está ya su principio de vida; ese programa marca el
desarrollo de la totalidad de su organismo y en él está perfectamente
situado también el programa de desarrollo del sistema nervioso como el
de los demás sistemas.
Fuente: unav.es
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