Autor: Dra. Isabel Cassetti
Fuente: docsalud.com
En el ejercicio de la medicina, que
apasiona, estimula y compromete, la mayoría de los médicos atravesamos
distintas situaciones propias de una ciencia que es, en primera y última
instancia, humanística. Nuestra especialidad, la Infectología, nos
ubica en una posición de privilegio: nuestras intervenciones son cortas
y, en la mayoría de los casos, llevan a la curación.
Pero claro, con el advenimiento del SIDA, la historia cambió, entonces pasamos de ser interconsultores a ser médicos de cabecera. Ya no tenemos intervenciones cortas, sino que trabajamos con pacientes que tienen una infección crónica como lo es la que provoca el VIH y, lo que es aún más desafiante (en ésta enfermedad), es que siempre hay “otro” y hasta a veces “otros” involucrados en el problema.
No hubo dentro de la Infectología, muchas enfermedades que, en tan corto tiempo, tuviera tantos avances como lo fue con la infección por VIH.
Pero qué desazón nos acompaña en estos tiempos, donde día a día, vemos más personas que se infectan. ¿Por qué? ¿Acaso es un carril diferente el que se observa con el progreso del tratamiento de aquel que vemos en la prevención? ¿Es la fuerza de los hechos que nos plantea esta duda?
Los progresos en el área del tratamiento antirretroviral se desarrollaron con una rapidez nunca imaginada. Hoy vemos sus resultados con más del 85% de reducción de la mortalidad, una mejoría de la calidad de vida y una disminución de las complicaciones, entre otros. Hoy sabemos también que, cada dos personas que acceden al tratamiento, hay cinco que se infectan. Este último dato dispara entonces el interrogante sobre si es posible controlar la epidemia.
Solo para tener una idea, hacia fines del año 2008, 33.5 millones de personas vivían con el VIH. De esta cifra, cerca del 90% corresponde a individuos de países subdesarrollados, casi la mitad son mujeres y el 80% es de adquisición heterosexual.
En Argentina hay 29.600 enfermos de SIDA y 31.400 infectados. El 80% de nuestras mujeres están adquiriendo la infección por vía heterosexual y la epidemia sigue creciendo como en muchos otros países.
Hay diferentes estudios que analizaron los factores de riesgo biológicos de transmisión heterosexual, de mayor a menor peligro, y son los siguientes:
-Estar cursando una infección aguda (persona recién infectada, es de mayor transmisión)
-Tener una enfermedad avanzada ( tener síntomas, bajas defensas)
-Ser un paciente sin tratamiento antirretroviral y con una infección de transmisión sexual ( herpes, sífilis)
-Ser un paciente sin tratamiento antirretroviral
-Ser paciente con tratamiento antirretroviral (menor riesgo de transmisión)
Una manera de agruparlos son:
Factores biológicos: se encuentran en el tratamiento de las infecciones de transmisión sexual, la circuncisión, el uso de microbiocidas y el tratamiento del VIH.
Factores socio-culturales: las creencias, religión, miedo, estigma, la publicidad y el sexo, el alcohol-drogas-sexo, “problemas de otros”, no mío, a mí no me va a pasar, son barreras frente a la prevención. No podemos olvidar las cuestiones de género, que no se refieren al sexo biológico, sino que articula lo psicológico y lo social.
Factores epidemiológicos: el testeo masivo puede ser, en algunos lugares, una herramienta que contribuya a una mayor detección de las personas infectadas y por lo tanto ser pasibles de recibir asesoría en prevención y eventual tratamiento.
Las vacunas hasta el momento no han demostrado utilidad. Sin embargo, este año se han dado a conocer los resultados del primer ensayo clínico que demuestra una eficacia de la vacuna del 31%. Se trata de la THA RV144.
En conclusión, la epidemia sigue creciendo. En el mensaje de prevención, algo de lo que estamos haciendo no está funcionando bien. Hasta no contar con una vacuna eficaz, nuestro cambio de comportamiento como seres humanos, debe ocupar el primer lugar en la agenda de prioridades en prevención.
Pero claro, con el advenimiento del SIDA, la historia cambió, entonces pasamos de ser interconsultores a ser médicos de cabecera. Ya no tenemos intervenciones cortas, sino que trabajamos con pacientes que tienen una infección crónica como lo es la que provoca el VIH y, lo que es aún más desafiante (en ésta enfermedad), es que siempre hay “otro” y hasta a veces “otros” involucrados en el problema.
No hubo dentro de la Infectología, muchas enfermedades que, en tan corto tiempo, tuviera tantos avances como lo fue con la infección por VIH.
Pero qué desazón nos acompaña en estos tiempos, donde día a día, vemos más personas que se infectan. ¿Por qué? ¿Acaso es un carril diferente el que se observa con el progreso del tratamiento de aquel que vemos en la prevención? ¿Es la fuerza de los hechos que nos plantea esta duda?
Los progresos en el área del tratamiento antirretroviral se desarrollaron con una rapidez nunca imaginada. Hoy vemos sus resultados con más del 85% de reducción de la mortalidad, una mejoría de la calidad de vida y una disminución de las complicaciones, entre otros. Hoy sabemos también que, cada dos personas que acceden al tratamiento, hay cinco que se infectan. Este último dato dispara entonces el interrogante sobre si es posible controlar la epidemia.
Solo para tener una idea, hacia fines del año 2008, 33.5 millones de personas vivían con el VIH. De esta cifra, cerca del 90% corresponde a individuos de países subdesarrollados, casi la mitad son mujeres y el 80% es de adquisición heterosexual.
En Argentina hay 29.600 enfermos de SIDA y 31.400 infectados. El 80% de nuestras mujeres están adquiriendo la infección por vía heterosexual y la epidemia sigue creciendo como en muchos otros países.
Hay diferentes estudios que analizaron los factores de riesgo biológicos de transmisión heterosexual, de mayor a menor peligro, y son los siguientes:
-Estar cursando una infección aguda (persona recién infectada, es de mayor transmisión)
-Tener una enfermedad avanzada ( tener síntomas, bajas defensas)
-Ser un paciente sin tratamiento antirretroviral y con una infección de transmisión sexual ( herpes, sífilis)
-Ser un paciente sin tratamiento antirretroviral
-Ser paciente con tratamiento antirretroviral (menor riesgo de transmisión)
Una manera de agruparlos son:
Factores biológicos: se encuentran en el tratamiento de las infecciones de transmisión sexual, la circuncisión, el uso de microbiocidas y el tratamiento del VIH.
Factores socio-culturales: las creencias, religión, miedo, estigma, la publicidad y el sexo, el alcohol-drogas-sexo, “problemas de otros”, no mío, a mí no me va a pasar, son barreras frente a la prevención. No podemos olvidar las cuestiones de género, que no se refieren al sexo biológico, sino que articula lo psicológico y lo social.
Factores epidemiológicos: el testeo masivo puede ser, en algunos lugares, una herramienta que contribuya a una mayor detección de las personas infectadas y por lo tanto ser pasibles de recibir asesoría en prevención y eventual tratamiento.
Las vacunas hasta el momento no han demostrado utilidad. Sin embargo, este año se han dado a conocer los resultados del primer ensayo clínico que demuestra una eficacia de la vacuna del 31%. Se trata de la THA RV144.
En conclusión, la epidemia sigue creciendo. En el mensaje de prevención, algo de lo que estamos haciendo no está funcionando bien. Hasta no contar con una vacuna eficaz, nuestro cambio de comportamiento como seres humanos, debe ocupar el primer lugar en la agenda de prioridades en prevención.
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