Fuente: tn.com.ar
Los avances de la Medicina plantean cada vez mayores retos éticos y jurídicos, que requieren imperiosamente la reformulación de un marco de consensos y compromisos sociales que permita acompañar estos avances dentro de un adecuado marco de contención.
Así lo afirman las Dras. Marisa Aizenberg y María Susana Ciruzzi: “El desafío que se impone desde el derecho es arduo: por un lado receptar, con la mayor amplitud posible, los avances técnico-médicos; por el otro, intentar evitar los abusos en los cuales se podría caer si la interpretación de las normas resultara muy laxa”.
Uno de los temas en auge en la actualidad es el de los llamados “bebés de diseño”, aquellos concebidos especialmente para ser donantes de sus hermanos o para evitar que sufran una enfermedad genéticamente transmisible y/o que detenten alguna característica física/psicológica que sus padres consideren socialmente valiosa.
Al respecto, la Dra. Ciruzzi, referente nacional en Bioética, destaca que “en principio, existe consenso mundial en que no debe permitirse la selección embrionaria para responder a estereotipos determinados que presenten características que nada tengan que ver con el real ejercicio del derecho a la salud. Mas con respecto a la selección embrionaria para concebir un niño histocompatible con su hermano, se plantean una variedad importante de dilemas éticos. En primer lugar, se cuestiona que se viola la máxima kantiana, al ver al futuro bebé no como un fin en sí mismo, con su propia dignidad, sino como “un medio para”, un instrumento concebido “para curar” a un otro. Entonces ¿qué pasa con el bebé así concebido que no logra “curar” a su hermano? ¿Será el niño así concebido “culpado” de su fracaso?”
“Los avances en genética pueden hacer posible que se puedan “seleccionar” los genes y características de nuestros niños. Sin embargo, no podemos dejar de considerar cuáles son los límites éticos de esta selección y si necesariamente debemos realizar una distinción entre la selección para la terapia y la selección para el mejoramiento.”.
El Diagnóstico Genético Preimplantatorio (DGP) está siendo usado hoy en día por algunas personas que tienen el riesgo de pasar a sus hijos problemas genéticos serios. Sin embargo, este tipo de procedimiento resulta no solo costoso a nivel económico, sino fundamentalmente a nivel emocional, ya que en nuestro país solo sirve para hacer saber a los padres que su futuro hijo presenta determinadas anomalías genéticas, pero no permite per se la toma de decisiones informadas y la realización de un aborto, a menos que se lo pueda tipificar como aborto terapéutico. Situación que así planteada, también entra en contradicción con lo que Peter Singer denomina el principio preventivo que impone la obligación (moral) de no tener hijos cuando los padres conocen que pueden transmitirle una enfermedad genética gravemente discapacitante o que afectaría su calidad de vida, o hasta incompatible con la vida misma.”
¿Existe una distinción moral entre el tratamiento o prevención de enfermedades y el mejoramiento de características? Al respecto, hay quienes piensan que debemos realizar juicios morales diferentes sobre el mejoramiento que los que usamos para las terapias. En este sentido afirman que mientras la terapia es justificable, el mejoramiento no lo es.
Es difícil encontrar definiciones para enfermedad que puedan servir como una guía moral para las tecnologías genéticas. Los constructivistas sociales consideran a las enfermedades como estados sobre los cuales la sociedad toma una actitud negativa. El cáncer parece satisfacer los requerimientos de esta definición, pero también podría hacerlo la homosexualidad y la práctica de una religión diferente de la norma en una sociedad. La perspectiva objetivista evita estas dificultades al hacer la definición de enfermedad independiente de nuestras actitudes. De acuerdo con la versión más ampliamente usada de esta perspectiva, uno sufre de una enfermedad cuando una parte del organismo deja de llevar a cabo su función biológica. Para la OMS, la salud no solo es la ausencia de enfermedad, sino el completo estado de bienestar físico, psíquico y social. El riesgo que el diferente o quien padece una determinada discapacidad sea percibido como un ser defectuoso, cuya vida no merece la misma consideración, forma parte de una temida pendiente resbaladiza. En consecuencia, la falta de límites claros y precisos acerca de aquello que está efectivamente prohibido realizar con la aplicación de estas técnicas, solo acarrea incertidumbre y confusión”.
“Empero, la objeción fundamental a estas técnicas deviene de la experiencia histórica mundial, lo que torna aún más difícil su crítica: el régimen nacionalsocialista trató de “diseñar bebés”, con el objetivo de mejorar la “raza” practicando la eugenesia. En este sentido, hay quienes piensan que debemos rechazar al mejoramiento genético debido a su conexión con los programas de eugenesia promovidos por los Nazis. Sin embargo, los padres en nuestras actuales democracias ya escogen a cuáles escuelas van a mandar a sus hijos, cómo alimentarlos, a quiénes consideran aceptables como amigos, si recibirán instrucción religiosa o no y de qué índole. En efecto, ellos “manipulan” el ambiente de sus hijos con el fin de mejorarlos. La comparación entre el mejoramiento genético con la educación sugiere que todos nosotros fuimos bebés de diseño. Siguiendo este argumento, los futuros padres que utilizan a la ingeniería genética, en cualquiera de sus expresiones científicas, están simplemente haciendo uso de otras formas de diseño”.
Para la Dra. Ciruzzi “algunas de las cuestiones morales y éticas más desafiantes sobre la licencia para diseñar bebés conciernen al tipo de sociedad a que esto puede llevar. La democracia moderna es un sistema en el cual todos son vistos como personas con algo que ofrecer. ¿Podrá el mejoramiento genético terminar con este consenso social, creando sociedades en las cuales las personas no mejoradas serán vistas por sus superiores genéticos como simples objetos con los cuales experimentar clínicamente, como “razas inferiores” sin derechos ni protección?”.
En este sentido las Dras. Aizenberg y Ciruzzi enfatizan en la importancia de los Comités Hospitalarios de Ética, como un ámbito interdisciplinario de deliberación e intercambio de conocimientos, ideas y dudas. “No debemos temer al avance científico ni mucho menos permitir que el miedo sea la vara con la que midamos las decisiones a tomar. Solamente debemos ser prudentes. Y ese es nuestro mayor reto”.
• www.aizenberg-cortesi.com.ar
• Consultores en Derecho de la Salud, Investigación Medica, Bioética y Medicamentos
• Fuentes consultadas: Dras. Marisa Aizenberg y María Susana Ciruzzi *
Los avances de la Medicina plantean cada vez mayores retos éticos y jurídicos, que requieren imperiosamente la reformulación de un marco de consensos y compromisos sociales que permita acompañar estos avances dentro de un adecuado marco de contención.
Así lo afirman las Dras. Marisa Aizenberg y María Susana Ciruzzi: “El desafío que se impone desde el derecho es arduo: por un lado receptar, con la mayor amplitud posible, los avances técnico-médicos; por el otro, intentar evitar los abusos en los cuales se podría caer si la interpretación de las normas resultara muy laxa”.
Uno de los temas en auge en la actualidad es el de los llamados “bebés de diseño”, aquellos concebidos especialmente para ser donantes de sus hermanos o para evitar que sufran una enfermedad genéticamente transmisible y/o que detenten alguna característica física/psicológica que sus padres consideren socialmente valiosa.
Al respecto, la Dra. Ciruzzi, referente nacional en Bioética, destaca que “en principio, existe consenso mundial en que no debe permitirse la selección embrionaria para responder a estereotipos determinados que presenten características que nada tengan que ver con el real ejercicio del derecho a la salud. Mas con respecto a la selección embrionaria para concebir un niño histocompatible con su hermano, se plantean una variedad importante de dilemas éticos. En primer lugar, se cuestiona que se viola la máxima kantiana, al ver al futuro bebé no como un fin en sí mismo, con su propia dignidad, sino como “un medio para”, un instrumento concebido “para curar” a un otro. Entonces ¿qué pasa con el bebé así concebido que no logra “curar” a su hermano? ¿Será el niño así concebido “culpado” de su fracaso?”
“Los avances en genética pueden hacer posible que se puedan “seleccionar” los genes y características de nuestros niños. Sin embargo, no podemos dejar de considerar cuáles son los límites éticos de esta selección y si necesariamente debemos realizar una distinción entre la selección para la terapia y la selección para el mejoramiento.”.
El Diagnóstico Genético Preimplantatorio (DGP) está siendo usado hoy en día por algunas personas que tienen el riesgo de pasar a sus hijos problemas genéticos serios. Sin embargo, este tipo de procedimiento resulta no solo costoso a nivel económico, sino fundamentalmente a nivel emocional, ya que en nuestro país solo sirve para hacer saber a los padres que su futuro hijo presenta determinadas anomalías genéticas, pero no permite per se la toma de decisiones informadas y la realización de un aborto, a menos que se lo pueda tipificar como aborto terapéutico. Situación que así planteada, también entra en contradicción con lo que Peter Singer denomina el principio preventivo que impone la obligación (moral) de no tener hijos cuando los padres conocen que pueden transmitirle una enfermedad genética gravemente discapacitante o que afectaría su calidad de vida, o hasta incompatible con la vida misma.”
¿Existe una distinción moral entre el tratamiento o prevención de enfermedades y el mejoramiento de características? Al respecto, hay quienes piensan que debemos realizar juicios morales diferentes sobre el mejoramiento que los que usamos para las terapias. En este sentido afirman que mientras la terapia es justificable, el mejoramiento no lo es.
Es difícil encontrar definiciones para enfermedad que puedan servir como una guía moral para las tecnologías genéticas. Los constructivistas sociales consideran a las enfermedades como estados sobre los cuales la sociedad toma una actitud negativa. El cáncer parece satisfacer los requerimientos de esta definición, pero también podría hacerlo la homosexualidad y la práctica de una religión diferente de la norma en una sociedad. La perspectiva objetivista evita estas dificultades al hacer la definición de enfermedad independiente de nuestras actitudes. De acuerdo con la versión más ampliamente usada de esta perspectiva, uno sufre de una enfermedad cuando una parte del organismo deja de llevar a cabo su función biológica. Para la OMS, la salud no solo es la ausencia de enfermedad, sino el completo estado de bienestar físico, psíquico y social. El riesgo que el diferente o quien padece una determinada discapacidad sea percibido como un ser defectuoso, cuya vida no merece la misma consideración, forma parte de una temida pendiente resbaladiza. En consecuencia, la falta de límites claros y precisos acerca de aquello que está efectivamente prohibido realizar con la aplicación de estas técnicas, solo acarrea incertidumbre y confusión”.
“Empero, la objeción fundamental a estas técnicas deviene de la experiencia histórica mundial, lo que torna aún más difícil su crítica: el régimen nacionalsocialista trató de “diseñar bebés”, con el objetivo de mejorar la “raza” practicando la eugenesia. En este sentido, hay quienes piensan que debemos rechazar al mejoramiento genético debido a su conexión con los programas de eugenesia promovidos por los Nazis. Sin embargo, los padres en nuestras actuales democracias ya escogen a cuáles escuelas van a mandar a sus hijos, cómo alimentarlos, a quiénes consideran aceptables como amigos, si recibirán instrucción religiosa o no y de qué índole. En efecto, ellos “manipulan” el ambiente de sus hijos con el fin de mejorarlos. La comparación entre el mejoramiento genético con la educación sugiere que todos nosotros fuimos bebés de diseño. Siguiendo este argumento, los futuros padres que utilizan a la ingeniería genética, en cualquiera de sus expresiones científicas, están simplemente haciendo uso de otras formas de diseño”.
Para la Dra. Ciruzzi “algunas de las cuestiones morales y éticas más desafiantes sobre la licencia para diseñar bebés conciernen al tipo de sociedad a que esto puede llevar. La democracia moderna es un sistema en el cual todos son vistos como personas con algo que ofrecer. ¿Podrá el mejoramiento genético terminar con este consenso social, creando sociedades en las cuales las personas no mejoradas serán vistas por sus superiores genéticos como simples objetos con los cuales experimentar clínicamente, como “razas inferiores” sin derechos ni protección?”.
En este sentido las Dras. Aizenberg y Ciruzzi enfatizan en la importancia de los Comités Hospitalarios de Ética, como un ámbito interdisciplinario de deliberación e intercambio de conocimientos, ideas y dudas. “No debemos temer al avance científico ni mucho menos permitir que el miedo sea la vara con la que midamos las decisiones a tomar. Solamente debemos ser prudentes. Y ese es nuestro mayor reto”.
• www.aizenberg-cortesi.com.ar
• Consultores en Derecho de la Salud, Investigación Medica, Bioética y Medicamentos
• Fuentes consultadas: Dras. Marisa Aizenberg y María Susana Ciruzzi *
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