Columna de opinión de la Dra. Etchegoyen
sobre la medicalización de psicotrópicos en general y en la infancia
particularmente. Una mirada profesional sobre el uso extendido de estas
herramientas farmacoterapéuticas en todo el mundo.
FUENTE: miradaprofesional.com
El uso de sustancias psicoactivas ha sido constante a lo largo de la
historia del hombre. La década de 1950 supuso una auténtica revolución
en el tratamiento de las enfermedades mentales dado que en esos años se
descubrió una amplia serie de medicamentos realmente efectivos para el
manejo de diversos trastornos psiquiátricos . En 1949 se descubrió la
acción antimaníaca del litio, tres años después se introdujo en la
clínica la clorpromazina y un año más tarde el meprobamato. Durante los
años siguientes no cesó la introducción de fármacos antipsicóticos,
antidepresivos y ansiolíticos
El impacto de la clorpromazina, de la reserpina, y de los posteriores
antipsicóticos, fue enorme. En los Estados Unidos, el número de
pacientes ingresados en Instituciones, que había aumentado desde 150 mil
hasta 500 mil durante la primera mitad del siglo XX, descendió hasta
200 mil en 1975. Del mismo modo, el número de instituciones
psiquiátricas disminuyó en un 34% entre 1954 y 1988.
Ambos medicamentos contribuyeron además a forjar la hipótesis
dopaminérgica de la esquizofrenia. Algunos autores consideran tan
relevante la introducción de los psicofármacos que lo han comparado con
el descubrimiento de los antibióticos y las vacunas.
Sin embargo esta familia de fármacos que ha cambiado la práctica médica
del siglo XX, no ha escapado como el resto de la ciencia y de la
medicina y podríamos decir de la vida toda a los paradigmas
hegemonizantes de nuestra cultura occidental ni a la nueva subjetividad
que el mercado y el consumo imponen a ritmo creciente e imparable
En 1987, Eli Lilly introdujo la fluoxetina, un antidepresivo que carecía
de los efectos anticolinérgicos de los antidepresivos tricíclicos. Con
el nombre comercial de Prozac, el nuevo medicamento se hizo popular
rápidamente, llegándose a proponer su uso no solamente para trastornos
depresivos y ansiosos, sino para toda clase de dolencias psíquicas, e
inclusive para personas normales que desearan una “cosmetología
psicológica”. Una nueva panacea había nacido.
No podemos soslayar que uno de los mandamientos de la globalización es
aumentar el consumo de los productos - cualquiera de ellos - de modo que
consumir pase a ser sinónimo de existir, paradigmas de la subjetividad
global que no lleva no solo a nuevas formas de adicción, sino a una
nueva, y aséptica forma de sumisión.
Si analizamos la prescripción en la Union Europea en cinco años, las
recetas de fármacos psicoactivos, se han incrementado un 38%. El
consumo de antidepresivos se ha incrementado en los últimos cinco años
un 38% y ya se dispensan más de 2.000 cajas de estos fármacos por día y
el consumo de antidepresivos aumenta un 60% ( ya se venden 2.300 cajas
/ día)
Para quienes creen aún en el sueño Americano un reporte del NIHCM del
año 2007 en base al relevamiento de recetas en las farmacias arroja los
siguientes datos:
-Los antidepresivos encabezados por la fluoxetina de Eli
Lilly(Prozac), son los que mayor aumento de prescripciones presentaron.
-Las ventas de Prozac exceden los 3000 millones de dólares al año.
-En el 2000 al vencer la patente de Prozac, la FDA aprobó nuevas
indicaciones por ejemplo: “trastornos del ánimo” ligados a “Sme. Pre-
Menstrual”.
- El producto fue re-nombrado ( con autorización de FDA) como Sarafem.
- Las ventas de Sarafem superaron ese mismo año los 8 millones de dólares.
- La sertralina de Pfizer ( Zoloft), es comercializada como “ PRIMERO Y
UNICO PRODUCTO PARA EL TRATAMIENTO DEL DESRORDEN POST TRAUMÁTICO”. (Uno
de los Sindromes inventados, de moda, impuesto por el DSM IV)
En E.E.U.U., la mayoría de las intervenciones farmacológicas se realiza
en ámbitos no psiquiátricos, el 85% de las prescripciones de
psicofármacos son hechas por médicos de familia. Los médicos de familia
deben diagnosticar y tratar la depresión, ya que gran parte de las
consultas en atención primaria están relacionadas, implícita o
explícitamente, con la depresión. La “Nación Prozac” relaciona el
consumo de antidepresivos con el aumento de conductas suicidas entre
jóvenes. La agencia estadounidense del medicamento (FDA) considera que
un joven que consuma Prozac tiene un 50% más de posibilidades de
incurrir en tendencias suicidas o de intentar acabar con su vida que una
persona que no lo haga. Tanto en el caso del finlandés Pekka-Eric
Auvinen como en los de varios de sus “inspiradores” estadounidenses, los
jóvenes asesinos eran frecuentes consumidores de antidepresivos.
¿Podremos seguir pensando que es “Pura coincidencia”?
Analicemos ahora el panorama local, y nos encontraremos con un escenario
preocupante; "Argentina es el único país latinoamericano en el que la
primera droga, después del tabaco y el alcohol, para mayores de 30 no es
la marihuana sino el psicotrópico".
Las estadísticas hablan y son elocuentes. Relevamientos de
INDEC-Sedronar en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires arrojan que más del
10% de las personas de entre 16 y 65 años, el 8% de los universitarios y
el 4,4% de los estudiantes secundarios usan sedantes o estimulantes sin
prescripción médica.
El Informe de la Secretaría de Programación para la Prevención de la
Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) resulta
revelador:
- Casi el 10 por ciento de los remedios vendidos bajo receta son
drogas modificadoras de la conducta, especialmente tranquilizantes.
-Los argentinos consumen un promedio de 35 pastillas de psicofármacos
por año por persona. La cifra surge de dividir la cantidad total de
dosis compradas por la población mayor de 15 años, lo que significa que
hay quienes superen ampliamente el promedio y quienes están muy por
debajo.
El relevamiento realizado en 2007 sobre consumo de Psicofármacos revela
que el 13% de la población del Conurbano consume ansiolíticos.
Si analizamos esta población encontramos que :
-35,1% tiene un alto grado de dependencia.
-Al 81,5% le es indispensable la medicación para sentirse bien.
- el 20,6% pertenece a la clase media-alta y el 7,2% a la clase baja.
- sólo al 22,2% se lo prescribe un médico; -- 33,3% logra comprarlo sin receta
- 44,4% consigue la receta a través de quien se lo recomendó, frecuentemente alguien ajeno al campo de la medicina .
-El 85% de los psicofármacos consumidos son benzodiazepinas (ansiolíticos).
-El 5,3% toma antidepresivos.
Una encuesta de la Universidad de Palermo permitió comparar los números
de consumo de psicofármacos en Capital y el Gran Buenos Aires:
-los porteños consumen el doble que sus vecinos del Conurbano.
-un buen porcentaje entra en la peligrosa categoría de "automedicación".
-La ausencia de controles y el "recetario fácil" de los médicos no
especializados en trastornos psiquiátricos, presenta una clara relación
con esta situación.
Además Según la Sedronar "gran parte del consumo se resuelve sin
prescripción y otra gran parte se da en el marco de una relación
insuficiente con el profesional". Aún en los casos donde hay un
seguimiento por parte de un médico, "el criterio sobre cuándo y por qué
medicar con psicotrópicos no parece estar formalmente instituido".
-Los investigadores encontraron mucha prescripción sin
seguimiento-tratamiento: y apuntan a la figura del médico recetador o
médico amigo, que se limita a hacer la receta.
- 51 por ciento de los psicotrópicos son indicados por clínicos.
- 39,3, por psiquiatras.
- 4 por ciento, por neurólogos.
- 5,1 por cardiólogos, traumatólogos, gastroenterólogos y dermatólogos
Finalmente dirigimos nuestra mirada hacia la población que mas nos
preocupa, y que se ha transformado en víctima de la ola medicalizadora y
disciplinadora, nuestros niños. En nuestro país el aumento de venta de
psicofármacos para niños es muy intenso y se encuentra liderado por el
metilfedinato.
-Según la consultora IMS, entre enero y septiembre de 2005 se
vendieron en la Argentina 74.514 cajas de metilfenidato, lo que
representaría, para todo el año, 99.352 cajas (es decir, un 900 % más
que las vendidos en 1994).
Fármaco derivado de la pelirosa y adictiva anfetamina, cuyo volumen de
ventas, sobre todo en los Estados Unidos, constituye, según la revista
inglesa New Scientist, “uno de los fenómenos farmacéuticos más
extraordinarios de nuestro tiempo”. La DEA (Drug Enforcement
Administration), por citar solo un ejemplo, considera al metilfenidato
como una sustancia de “alto potencial para el abuso”, y la coloca en la
misma lista de riesgo que la cocaína o las anfetaminas La FDA (Food and
Drug Administration) registró, entre 1999 y 2003, 25 de casos de muerte
súbita por uso de metilfenidato y anfetaminas, 19 de ellos en menores de
18 años. Por ese motivo, el Comité de Seguridad de Medicamentos de ese
organismo recomendó incluir en los prospectos de este fármaco una
advertencia de recuadro negro, que indica que su uso conlleva riesgo de
muerte, trasladando de alguna forma la responsabilidad a padres y niños
por el consumo de una droga potencialmente mortal.
En los suburbios del norte de nuestra ciudad hay colegios que tienen
hasta un 30 por ciento de chicos medicados con psicoestimulantes”. El
profesional destaca la clara asociación entre el uso de estos
medicamentos (cuyos precios llegan hasta los 350 pesos) y el nivel
socioeconómico.
El diagnóstico responsable de este fenómeno es el llamado Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH o ADD, sus siglas en inglés),
un rótulo que, cada vez con más frecuencia, es colocado a millones de
chicos en todo el mundo, a pesar de que su carácter de “enfermedad”, así
como las formas de diagnóstico y tratamiento, son motivo de frecuentes
polémicas. “El TDAH forma parte de un grupo de síndromes que se
encuentran bajo sospecha por parte de la ciencia.
El TDA/H muestra dos grandes líneas de debate en la actualidad en la
Argentina: por un lado, sobre el diagnóstico; y por otro, sobre el
tratamiento. En lo que respecta al diagnóstico, lo que es puesto en
discusión es la existencia o no del síndrome o trastorno. En relación al
tratamiento, lo que se discute es el modo en que este síndrome o
trastorno debe ser abordado, particularmente el uso de medicación como
tratamiento de primera elección. Las posturas críticas al diagnóstico y
al tratamiento con medicación afirman que es inadecuado – desde el punto
de vista de la Salud Pública – unificar a todos los niños desatentos
y/o inquietos en una clasificación psiquiátrica donde una categoría
descriptiva pasa a ser explicativa de todo lo que le ocurre al niño.
El 90 por ciento de las consultas son a pedido de la escuela. Es en la
escuela donde el chico fracasa, y el fracaso resulta insoportable para
los padres, porque es el lugar donde el chico se expone a la mirada
social. Lo que más molesta a sus padres es que el niño no cumpla con las
elevadas expectativas puestas en él. Eso se da en todas las clases
sociales: la sociedad se ha vuelto excluyente. Si lo que aparece es
desatención e hiperactividad, se lo deriva directamente al neurólogo, o
a un psicopedagogo que a su vez envía al neurólogo, y de allí al
diagnostico a veces realizado en 10 minutos en cualquier consultorio de
hospital u obra social abarrotado y a la medicación. Docentes y padres
han denunciado que en escuelas del Gran Buenos Aires les fueron
entregados de un modo más o menos misterioso copias de tests para el
diagnóstico de TDAH, lo que llevó a la dirección de Psicología y
Asistencia Social Escolar bonaerense a emitir una circular donde se
califica como negativa “la difusión y/o aplicación de cuestionarios que
impliquen la detección de niños con supuesto Síndrome de Déficit
Atencional”.
El TDA/H constituye en la actualidad un analizador que permite
visualizar y tornar perceptible el fenómeno de
medicalización/medicametalización a través del consumo de psicofármacos
en la población infantil. Los distintos discursos imperantes ratifican
una medicalización/medicamentalización de la cultura en
general, ya sea por parte de quienes lo reproducen, es decir, la
población en general, como por parte de los discursos científicos,
económicos y políticos.
Si se contempla que los ideales culturales de la época actual están
ligados al “éxito” y al “consumo”, estos se convierten en significativos
condicionantes a la
hora del proceso de producción de subjetividad de un niño.
En el caso del TDA/H los factores que contribuyen casi decisivamente en
la aparición del “sobrediagnóstico” y la “sobremedicación” son los
discursos médicos y educativos y la presencia de la industria
farmacéutica. El incremento de la incidencia del TDA/H, es destacado
cronológicamente –por un grupo de entrevistados– a comienzos de los ´90 y
–por otro grupo– en los inicios del 2000.
La noción de déficit de atención con hiperactividad se inscribe en el
corpus más amplio de lo que puede denominarse “el discurso médico”
(Foucault 2003). Uno de los resultantes principales del accionar de este
discurso como poder de disciplina es la fusión, la “soldadura” entre
enfermedad y sujeto, que torna
compatibles la biografía y la patología. En el caso del TDA/H, las
conductas y acciones del niño consideradas desde el diagnóstico como
irregulares, abarcan los dos espacios principales en los que desarrolla
su vida: la escuela y el ámbito hogareño.
Dado un diagnóstico con estas características, ajeno a toda norma del
infinito corpus de la clínica, queda abierta la posibilidad para que el
tratamiento abarque asimismo la totalidad de la vida de los sujetos.
Se observa una tendencia mayoritaria ligada a la aceptación del cuadro
del TDA/H en el campo medico que se contrapone a las idea vertidas por
expertos en la temática, quienes custionan con dureza su misma
existencia y definición. Dicha tensión se ha expresado también en el
campo sociocultural, mediante manifiestos de adhesión o de oposición al
TDA/H y su correspondiente abordaje terapéutico.
La industria farmacéutica pone especial énfasis en estrategias de
marketing dirigidas a población sana convirtiendo en potenciales
pacientes a aquellos sujetos que no se comportan bajo las normas que una
sociedad adopta. Así el TDA/H en la población infantil es un mercado en
expansión, tal como lo muestran, por un lado, las cifras de importación
de metilfenidato proporcionadas por el ANMAT que señalan un
significativo incremento en la importación de esta droga (de 47.91 kg.
en el 2007 a 81.75 en el 2008).
Esto nos permite suponer que el aumento obedece, o bien, a una venta
que viene siendo valorada como creciente por los laboratorios, o a una
decisión de mayor penetración en el mercado por parte de los mismos, y
quizás a ambas. Por otra parte las estrategias de marketing de la
industria farmacéutica están dirigidas, como en otros fármacos, hacia
la comunidad médica, a través de incentivos y/o controles y también a
través en las estrategias de información vertida por los líderes de
opinión o “speakers”. Estos últimos son médicos psiquiatras infanto-
juveniles y neurólogos infantiles pertenecientes a las instituciones
públicas y/o privadas de gran “prestigio” asistencial. Pero a estas
debemos agregarle como particularidad para el TDA/H las estrategias
dirigidas a usuarios y/o sus organizaciones y a la comunidad educativa.
Si bien estas acciones están teórica y jurídicamente prohibidas por la
legislación nacional se crean intersticios que posibilitan llevarlas a
cabo.
La industria farmacéutica ha avanzado aceleradamente en sus habilidades
de marketing para instalar sus productos, sellando un círculo virtuoso
de la cientificidad bajo la hegemonía de una recreada biologización y
medicalización / medicamentalización.
La medicina cumple en la actualidad un rol central en el establecimiento
de parámetros de normalidad, de detección y señalamiento de lo anormal.
Asimismo, despliega una multiplicidad de técnicas de poder que
apuntan al control, corrección y normalización de las conductas y los
cuerpos. El carácter de peligrosidad ha aparecido fusionado al concepto
de “anormal” desde el momento mismo de su emergencia, y recae sobre todo
aquello que se coloca dentro de este campo. La medicina (Foucault,
1996) abre la posibilidad para que la evaluación de las conductas en
términos de patología se anude a la idea de peligro, y más
específicamente de individuo peligroso.
La administración de psicofármacos a los niños, produce
inmediatamente alivio en todos los implicados en el problema, con
excepción por supuesto de las víctimas de estas conductas. La “utilidad”
de estos peligrosos psicofármacos instalada dentro de los profesionales
que forman el sector salud o educación se asienta también en las
peculiaridades que este exhibe hoy. Por su parte el subsector público
tanto en el sistema sanitario, como en el educativo están colapsados y
sobrepasados en sus posibilidades de dar respuesta a la población. En
educación: aulas numerosas y docentes agobiados sin personal auxiliar.
En salud, hospitales desmantelados y sobrepasados en su capacidad de
acción, consultas demoradas y con tiempos acotados, lo que a veces
facilita la elección de un fármaco antes que la reconsulta periódica y
el seguimiento día a día. Pero “el alivio” no es privativo del subsector
público; en el privado, la falta de tiempo de los padres consultantes
por un lado, las exigencias –por parte de estos– de “celeridad” y
“rendimiento” para resolver en el tiempo más corto el problema del niño
sin distinción de complejidades y factores en juego se topa con
profesionales sobreocupados que brindan prestaciones médicas breves y
tampoco tienen el tiempo para escuchar la totalidad de lo que se demanda
El ilustre pedagogo Gianni Rodari escribió “En la escuela tradicional no
hay lugar para la imaginación. Lo que aprende el niño es a callar,
hacer lo que se le ordene, aprender lo que no desea, ceder la autoridad
sobre su tiempo y espacio, dejar fuera el juego, los amigos, el placer
de inventar, la armonía con su cuerpo. Debe aprender a respetar el mundo
tal como es. La libertad queda excluida”. La escolaridad actual,
apoyada y secundada por padres y docentes, constituye el rito iniciación
a las servidumbres voluntarias. A los niños y adolescentes que se
rebelan, el 20% de la población escolar, se los somete a medicación y
tratamientos cognitivos conductuales. Esta escolaridad, la psiquiatría y
su Biblia el DSM-IV están al servicio de la industria farmacéutica, y
del control social.
Resulta entonces imprescindible:
-Por un lado poner en discusión la práctica cotidiana de la medicina
como dispositivo prescriptor y partícipe del modelo de mercado que se ha
impuesto de manera hegemónica para el ejercicio de la profesión.
- A la vez instrumentar los dispositivos pedagógicos que permitan a
los trabajadores de la salud y a la población toda, conocer los
mecanismos de acción, las acciones farmacológicas y los profundos
cambios en el psiquismo, en nuestros cuerpos y en nuestra vida que
ocasiona el uso de psicofármacos, así como los efectos adversos que su
utilización conlleva.
Dra. Susana B. Etchegoyen
-Médica Internista.
-Médica Auditora.
-Médica Farmacóloga .Htal Nacional Gervasio Posadas.
-Miembro del Instituto de medicina Popular Dr. Floreal Ferrara.
-Jefa de Trabajos prácticos.Cátedra II de Framacología. Fac. Medicina. UBA.
-Asesora del Diputado Jorge Selser. Proyecto Sur
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