lunes, 11 de julio de 2011

ZONA PSIQUIÁTRICA - HOGARES SUSTITUTOS PARA PACIENTES DE COLONIAS

 Fuente: www.elpais.com.uy
LEONEL GARCÍA
Ituzaingó, en San José, cumple todos los requisitos de un pueblito a la vera de una ruta, la 79. Arquitectura baja y monótona, calles de tierra, mil habitantes, siete cuadras por cinco. El único bullicio de su calma chicha proviene de la ONG Rehabilitación Basada en la Comunidad (RBC). Son carcajadas. Sonoras carcajadas. Hoy toca cine. En la pantalla, Los Tres Chiflados; entre el público, medio centenar de pacientes psiquiátricos. Irónico, pero también terapéutico.


Ituzaingó está a tres kilómetros de la Colonia Etchepare y a 1,5 de la Santín Carlos Rossi. Eso le da una impronta muy singular: uno de cada diez habitantes tiene una enfermedad psiquiátrica.
Daniela Fernández (38) es la directora de RBC Ituzaingó. También es cuidadora, como su hermana, su madre y unas 25 personas del pueblo en total. Está muy arraigado el vínculo con las colonias y las patologías mentales. "Me crié con pacientes psiquiátricos", dice. En su casa, enfrente a la ONG -que surgió como una iniciativa extra (ver nota aparte)-, viven hoy once de ellos, además de su marido y sus dos hijos. La estrecha relación con la psicopatía, la alienación o la locura es, al mismo tiempo, tradición, cultura, cotidianidad, modus vivendi -donde lo afectivo no está ausente- y motor económico local.
Los programas "Asistencia familiar" y "Hogar sustituto" permiten a algunos de los pacientes de la Etchepare -los menos conflictivos, los más readaptables a la sociedad- vivir en casas particulares a cargo de "cuidadoras". Según la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), hay aproximadamente 70 cuidadoras. Éstas -no es obligatorio que sean mujeres, pero en los hechos son la inmensa mayoría- son seleccionadas, remuneradas, supervisadas y controladas por el Programa de Egresos de las colonias.
El quid de la cuestión parece claro: cuanto más lejos de los tan cuestionados pabellones de la Etchepare y más cerca de la comunidad, más y mejores chances de rehabilitación (en actividades sugeridas y coordinadas con los técnicos de las colonias); o, al menos, de vivir una vida un peldaño más cerca de lo normal.
Hoy hay 161 pacientes en este plan de desinstitucionalización "y algunos más a prueba", afirma la coordinadora de ese programa, la psiquiatra Ivonne Ladowski. La inmensa mayoría está en las poblaciones linderas a las colonias, como en Santa Lucía (68), Ituzaingó (47), Pueblo Nuevo y Capurro (12), pero también en Florida, San José, Montevideo e incluso Mercedes. Según sus impulsores, esta alternativa tiene un alto beneficio clínico sobre la evolución de la enfermedad, la rehabilitación, humanización y recuperación de hábitos perdidos, muchas veces por años de hospitalización.
"La mayor fuente laboral (de Ituzaingó) es la colonia, sí. Pero también existe una cultura para cuidar a los pacientes, hay una protección grande hacia ellos", dice Daniela. Elizabeth Castro, "Betty" (48), también cuidadora y compañera en la ONG acota: "Primero es un trabajo, pero también es una vocación". Es notorio el cariño que les profesan sus "cuidados". A RBC concurren enfermos alojados en casas de los alrededores, la mayoría son egresados de esos programas de las colonias, pero también hay pacientes particulares.
Está Washington (42), quien por un efecto secundario de la medicación debe usar collarín, estuvo en situación de calle y afirma: "ahora tengo vida"; está Marta (52), "la novia de Washington", que tiene patente el día en el que se fue a vivir con Betty -14 de abril de 1999- ya que significó abandonar las colonias: "Pasé horrible, espantoso, no se puede decir por qué, son cosas feas, no se deben decir"; está José Luis (47), quien dice tener "todo lo que hace falta" en lo de Daniela, y lamenta que su madre lleve 15 años sin ir a visitarlo; está la menuda y sonriente María Lourdes, que tiene 53 años y parece nonagenaria (de cualquier manera, no sabe su edad); está Ramona/Felipa (su nombre real/el nombre que le gusta), cuya actitud afectuosa se altera cuando ve gente de túnica blanca, como los estudiantes de enfermería presentes, a quienes les dedica una serie de cortes de manga ("Le recuerdan a la Etchepare", explican).
Los lugares destinados a ellos -y ellos mismos- lucen cuidados y atendidos. Vale aclarar que Domingo no avisó de su llegada a Ituzaingó.
INDUSTRIA. A siete kilómetros de Ituzaingó está la ciudad de Santa Lucía, en Canelones. Según su alcalde, Raúl Estramil, es una suerte de "capital" de la zona conocida como "las tres orillas", ya que el río del mismo nombre es el límite entre su departamento, Florida y San José, en la que viven unas 35 mil personas. De lo particular a lo general, el vínculo existente en Ituzaingó se extiende a toda la región.
"Yo diría que el 80% de los funcionarios de las colonias viven acá. Y según me dijo su director (Osvaldo do Campo), entre sueldos y gastos de abastecimiento queda en la ciudad aproximadamente un millón de dólares al mes", afirma el alcalde. Y los enfermos psiquiátricos están tan involucrados a la vida urbana que "es común verlos por las calles, haciendo los mandados".
No solo las colonias marcan la vida de la zona. Si uno se para en una calle al azar de Santa Lucía (Herrera, por dar un caso), y pregunta a cualquiera por un lugar donde se cuiden pacientes psiquiátricos, se puede quedar mareado de tanto dedo que apunta a un lado u otro: "Hay una en la esquina", "Hay dos a la vuelta", "En la segunda cuadra, doblás y encontrás una, seguro". Pero las puertas de estas casas -que no suelen tener cartel de ningún tipo- permanecen cerradas. O no quieren hablar, o no atienden el timbre, o aseguran que no hay pacientes de este tipo. Nada. Silencio.
"Si en Montevideo vas a buscar repuestos, te vas a la calle La Paz o Galicia; si vas a buscar muebles, vas a General Flores; si buscás casas donde haya pacientes psiquiátricos, venís para acá", dice un funcionario público local, vinculado al trato con estos individuos, que prefiere no dar su nombre. Es usual que, desde Montevideo incluso, venga gente a buscar un lugar donde alojar (y a veces directamente abandonar) a su familiar enfermo. "Las casas son numerosas, por la vía de los hechos; ahora que tengan todo en regla… son pocas".
El alcalde Estramil dice que la existencia de esta "industria" (sic) es toda una característica de la ciudad. "De alguna manera, es una fuente de ingresos para muchas familias", agrega. No sabe exactamente cuántas. Asegura que en el Municipio no han recibido denuncias por malos tratos.
lucro sí, lucro no. A las cuidadoras les paga el Estado. Reciben un sueldo base de 6.000 pesos por ASSE. También pueden acceder a una pensión por incapacidad de $ 4.800 al mes por cada individuo a cargo, por parte del Banco de Previsión Social (BPS). Este último dinero -que cubre alimentación, alojamiento, vestimenta y otros gastos- es "un derecho inalienable del paciente", enfatiza la doctora Ladowski, coordinadora de los egresos de la colonia. "Yo les digo (a los pacientes) que no van de agregados a las casas, que quiero que coman bien, que se vistan bien y que sean bien tratados. Y entonces les pido que colaboren con parte de su pensión. Por lo general, acceden", agrega.
Sobre la situación de estas personas y el trato recibido en esos lugares, representantes sociales y gente involucrada suelen ofrecer una respuesta comodín y de circunstancias: hay de todo. Sin embargo -sobre todo, off the record- abundan quienes aseguran que en algunos establecimientos, sin precisarlos, se viven situaciones de desamparo como las denunciadas en la Etchepare.
El párroco José Moreira, famoso por sus fuertes denuncias contra la situación en las colonias, es uno de ellos. En julio de 2010 y ante la Comisión de Derechos Humanos de Diputados dijo que, "aunque parezca mentira", hay más de 50 casas de salud en Santa Lucía (que tiene una población de 20 mil habitantes), y criticó las veces que los hogares sustitutos se transforman en un "negociado" donde los encargados "viven de la pensión de cada paciente". "Allí no se los visita, no hay quien controle", concluyó. Hoy el sacerdote no quiere hablar más sobre el tema. Aún así, dice que todavía sostiene lo afirmado ante el Parlamento.
Jorge Alaniz, dirigente del gremio de la Etchepare, afirma que el sindicato "no ve bien" cuando una familia tiene "a ocho o diez (pacientes)" solo con el objetivo de lucrar. "Hemos llegado a ver pacientes (egresados de las colonias) en el comedor municipal", añade como ejemplo de descuido.
A las afueras del comedor municipal de Santa Lucía hay un letrero que reza "Centro de Atención Psicológica". Está atrasado: ya no hay psicólogos trabajando ahí. La encargada, María del Carmen Martínez, dice que le dan asistencia alimentaria a unas 200 personas de lunes a sábado. "¿Si vienen enfermos psiquiátricos? Ni idea… Creo que sí, vienen algunos de las casas de salud, creo…", murmura con parquedad y sin demasiada certeza en el tono. Pero otra funcionaria de la alcaldía, que dice haber trabajado en esos establecimientos -y que se asusta solo con ver el grabador del periodista- jura y perjura que son comunes las historias de robos, golpes y abusos a estos pacientes.
El director del Programa de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública (MSP), Hebert Tenenbaum, dijo en entrevista a El País publicada hace siete días que "muchas veces los que regentean esas residencias hacen una explotación" de la pensión por invalidez del paciente.
En su pueblo, Daniela no oculta su fastidio cuando se habla de "lucro". Por su parte, la doctora Ladowski asegura que -en el programa que coordina- es "muy difícil" que haya "negociados" y abusos. "Es muy difícil que se lucre cuando la cuidadora cobra solo seis mil pesos y, además, tenemos para ellas un montón de exigencias y controles. Hay revisión médica todos los meses. Hacemos visitas sorpresa. Yo no admito que los pacientes estén mal comidos o mal vestidos. Si observo un adelgazamiento lo hago estudiar, y si notamos que el ambiente y la actuación de la cuidadora no es la adecuada, enseguida le damos de baja. Hemos tenido denuncias, no recuerdo cuantas; pero en 22 años que estoy en el cargo recuerdo haberle quitado el cuidado a dos personas". Agrega también que "duda mucho" que existan establecimientos clandestinos. "Controlamos mucho, tengo el teléfono, la dirección y el celular de todo el mundo".
Paralelamente, ASSE aclara, a través de su Dirección de Comunicaciones, que existen 25 casas de salud en Santa Lucía y alrededores "que no tienen ninguna relación con las Colonias y no se trabaja con ellas".
Mientras tanto, en RBC Ituzaingó ahora toca clase de artes plásticas. Unos pocos prefieren el calor de la estufa, la mayoría dibuja. No se oyen carcajadas; en su lugar hay tantos idiomas, todos casi inaudibles, como artistas. Aún así, en medio de esa Babilonia de murmullos la comunicación existe. Se alientan, se muestran sus obras, se esmeran. Alguien levanta la vista del papel: "Vamos a salir en el diario". La frase surge al tercer o cuarto click del fotógrafo. Como en un efecto cascada, las sonrisas comienzan a multiplicarse.

Las cifras

850
Población aproximada actual en las colonias Etchepare y Santín Carlos Rossi. En el programa de egresos hay unos 161 pacientes más otros "que están a prueba".
$ 4.800
Pensión mensual por invalidez que cobra cada paciente psiquiátrico. Así solventa su alimentación, ropa y demás gastos. "No van de agregados a las casas".

"Da rabia que la gente hable"

La casa de Daniela Fernández está enfrente a la sede de la ONG que dirige. Afuera, en un campito, su hijo de diez años juega a la pelota con un adolescente, un paciente psiquiátrico proveniente de 25 de Agosto, Florida, que asiste a RBC. Para Betty Castro, eso es un símbolo del vínculo del lugar con la psicopatía: "Acá no vas a ver nunca a un niño riéndose de un loco".
Por lo general, se trata que cada cuidadora no tenga más de tres pacientes. Ella tiene once. La doctora Ivonne Ladowski, coordinadora del programa de egresos de las colonias, dice que casos excepcionales, como el de Daniela se deben "a su experiencia y excelencia en el trato" con estos individuos.
En lo de Daniela, hay siete dormitorios, pequeños, pero acogedores y limpios, cada uno de ellos con dos camas de una plaza. Daniela tiene un baño y una cocina para su familia y otro para sus "cuidados". La convivencia con ellos es de 24 horas al día, 365 días al año. En uno de los cuartos duerme Celeste; parece enojada, es poco sociable. "Suele decir que es descendiente del `caciquillo` (Manuel) Artigas", dice la cuidadora. En el comedor, Yolanda toma la leche. La tele sintoniza Este es el show. Aparece Amanda, que sonríe y habla a media lengua; también Rosana, que levanta a su gata Caty. "¡Acá me la dejan tener!", grita feliz en alusión a sus privaciones en la Santín Carlos Rossi (que, según cuenta, eran mucho mayores a no poder tener una mascota). Apenas se siente la presencia de Alberto: tiene parkinson y sus 63 años parecen ochenta. "Es una lucha hacer que coma, a él hay que darle de comer en la boca sino se deja morir. ¡Y te calienta que la gente hable!".
Daniela ha escuchado la palabra "negociado"; y no disimula su bronca. "Es una fuente laboral, sí, ¡pero no de lucro! Mi marido trabaja en tres lugares, yo hacía artesanías, una compañera (de RBC) es peluquera, otra cose para afuera. Con seis mil pesos y 4.800 por paciente, por más que tengas diez, ¿quién va a lucrar si es para mantenerlos?".

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