Fuente: www.noticias.iruya.com
Unos piensan que su salud está en manos de la
providencia. Otros se encomiendan a los médicos. La mayoría confía en
una combinación de ciencia, genética, religión y destino. Pero no,
nuestra salud está en manos de una red de poderosos intereses que lucran
con los nacimientos, la enfermedad y la muerte.
Seguramente la providencia contempla impotente la configuración del negocio de la salud en la Argentina; un negocio donde la mayoría de los profesionales del arte de curar han devenido en piezas de un sistema que no controlan.
¿Quiénes manejan los hilos del negocio de la salud? Por la magnitud de los recursos que administran y por el porcentaje de la población que cubren las Obras Sociales, los sindicalistas ocupan un lugar preponderante.
Pero muchos sindicalistas han considerado más lucrativo ceder la atención de la salud de los trabajadores a empresas privadas (algunas encabezadas por sus compañeras sentimentales) que se encargan de contratar médicos y hospitales, de comprar medicamentos y de dispensar prestaciones.
Existe un segundo escalón ocupado por grupos capitalistas que al amparo de la carencia de reglas han diseñado un negocio de alta rentabilidad.
Varios de los grupos que controlan las principales empresas de medicina prepaga son los que hoy controlan indirectamente a las Obras Sociales Sindicales (y por extensión a los médicos).
Dicho en otras palabras: En los últimos años se ha producido un fenomenal proceso de concentración del negocio de la salud, con el añadido de que el sustancial aumento del dinero que maneja este segmento concentrado no se ha traducido en una simétrica mejoría de las prestaciones.
En ambos segmentos del negocio se mueven dos tipos de recursos:
Mientras las Obras Sociales Sindicales manejan recursos cuasi públicos, las empresas de medicina prepaga administran cuotas similares a las primas de seguros privados.
Esta distinción debiera servir para exigir transparencia en la gestión de las Obras Sociales y control estatal de las compañías de medicina prepaga.
Hasta ahora, ambos mundos se han movido en el reino de la discrecionalidad y del abuso. La reciente Ley que regula las empresas de medicina prepaga, en cuanto intervienen en un negocio donde está en juego la vida y la salud de los argentinos, es un paso importante.
Pienso que la regulación es bienvenida, aunque puede que el legislador haya incurrido en errores que habrá que analizar.
Pero queda por delante un gran desafío: Poner a las Obras Sociales Sindicales bajo el control democrático de los afiliados, promover la libre elección y someter a los gerentes a reglas de honestidad y buen gobierno.
Seguramente la providencia contempla impotente la configuración del negocio de la salud en la Argentina; un negocio donde la mayoría de los profesionales del arte de curar han devenido en piezas de un sistema que no controlan.
¿Quiénes manejan los hilos del negocio de la salud? Por la magnitud de los recursos que administran y por el porcentaje de la población que cubren las Obras Sociales, los sindicalistas ocupan un lugar preponderante.
Pero muchos sindicalistas han considerado más lucrativo ceder la atención de la salud de los trabajadores a empresas privadas (algunas encabezadas por sus compañeras sentimentales) que se encargan de contratar médicos y hospitales, de comprar medicamentos y de dispensar prestaciones.
Existe un segundo escalón ocupado por grupos capitalistas que al amparo de la carencia de reglas han diseñado un negocio de alta rentabilidad.
Varios de los grupos que controlan las principales empresas de medicina prepaga son los que hoy controlan indirectamente a las Obras Sociales Sindicales (y por extensión a los médicos).
Dicho en otras palabras: En los últimos años se ha producido un fenomenal proceso de concentración del negocio de la salud, con el añadido de que el sustancial aumento del dinero que maneja este segmento concentrado no se ha traducido en una simétrica mejoría de las prestaciones.
En ambos segmentos del negocio se mueven dos tipos de recursos:
Mientras las Obras Sociales Sindicales manejan recursos cuasi públicos, las empresas de medicina prepaga administran cuotas similares a las primas de seguros privados.
Esta distinción debiera servir para exigir transparencia en la gestión de las Obras Sociales y control estatal de las compañías de medicina prepaga.
Hasta ahora, ambos mundos se han movido en el reino de la discrecionalidad y del abuso. La reciente Ley que regula las empresas de medicina prepaga, en cuanto intervienen en un negocio donde está en juego la vida y la salud de los argentinos, es un paso importante.
Pienso que la regulación es bienvenida, aunque puede que el legislador haya incurrido en errores que habrá que analizar.
Pero queda por delante un gran desafío: Poner a las Obras Sociales Sindicales bajo el control democrático de los afiliados, promover la libre elección y someter a los gerentes a reglas de honestidad y buen gobierno.
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